La psicóloga clínica y social, Yorelis Acosta, analizó los resultados de encuestas realizadas a 10 mujeres familiares de reclusos en calabozos policiales y aportó sugerencias de autocuidado para cuidar la salud mental, pese al estrés
Angélica Lugo, UVL Caracas
María Carolina Pérez* tiene un récord de obstáculos apilados en su mente para sacar fortalezas cada vez que siente desvanecerse. La detención del primero de sus dos hijos la ha puesto a prueba.
Su hijo, de 24 años de edad, fue apresado en septiembre de 2019 por presuntamente estar vinculado en un homicidio en grado de complicidad. Desde entonces, el joven a ha estado detenido en tres calabozos de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) de Caracas: El Valle, cuando era un centro de reclusión mixto, la PNB de Boleíta y la PNB de San Agustín del Sur. El último de estos tres calabozos es su actual centro de detención y, su madre, es una de las mujeres más populares que en las afueras de las comisarías ha hecho redes de apoyo para sobrellevar la carga de tener a un hijo preso.
“Hay días que siento que el mundo se me viene encima (…) Yo trabajo en una casa de familia y a veces siento que no tengo fuerzas para cocinar, limpiar y planchar. Pero no me puedo dejar morir. Debo seguir produciendo para poder llevarle comida a mi hijo y también para seguir insistiendo en tribunales que revisen su causa, pues él es inocente”, argumenta mientras se le quiebra la voz.
La situación de María Carolina Pérez no es ajena a la de cientos de mujeres que atraviesan por casos similares. Basta con observar las colas que se hacen en las afueras de los calabozos policiales para confirmarlo: mujeres, que por lo general son madres y esposas de los reclusos, cargan con toda la carga económica, logística y emocional.
Para tener más claridad de cómo está la salud mental de los parientes de los internos, Una Ventana a la Libertad ideó una encuesta sencilla para realizarle las mismas preguntas a 10 familiares. En el caso de Caracas, respondieron mujeres. Ocho de ellas son madres y dos son esposas.
La mayoría de estas mujeres son jóvenes que no han cumplido 50 años de edad y, todas, sin excepción, manifestaron experimentar padecimientos emocionales, siendo el más frecuente, la ansiedad somática con tensiones musculares, temblor, aumento de la respiración o la sudoración y taquicardia.
Y, aunque todas están consientes de que han tenido miedo intenso, ataques de pánico y trastornos del sueño y tristeza intensa que, algunas consideran pudiera ser depresión, no han recibido ayuda psicológica.
“A veces juega en contra de nosotros y nos exige desarrollar fortaleza para nadar contra la corriente o enfrentarnos a unas corrientes muy fuertes y poder llegar y cumplir una meta y cuando la cumples te sientes feliz, pero agotado”
“Yo sí quisiera recibir ayuda psicológica, pero no tengo recursos para costearla (…) Apenas logro comprarle lo básico a mi hijo. Sé que cada vez hay más campañas para impulsar la terapia psicológica, pero yo no me puedo parar en artículos. Debo impulsarme y seguir”, manifestó la madre de uno de los detenidos en los calabozos de la Policía Municipal de Chacao (Polichacao).
Para ahondar en las consecuencias de la carga emocional que las madres y esposas de los reclusos llevan a cuestas, compartimos con la psicóloga clínica y social, Yorelis Acosta, los resultados de las encuestas.
“Le diría a esas señoras que hagan una lista de las cosas que ellas hacen y nos vamos a dar cuenta que todos estamos sobre exigidos, que tenemos un solo cuerpo, una familia, que muchas veces la mujer es la sostén y la que sostiene emocionalmente a todos y eso también es un papel adicional al de llevar la casa, hacer la comida, trabajar en la calle, etc, Entonces, ese exceso de trabajo y de actividades, de problemas, de responsabilidades de distintos tipos nos llevan al agotamiento emocional y eso lo vamos a experimentar con mal humor, irritabilidad, fatiga, falta de motivación, insomnio, un actuar mecánico, el decaimiento de los estados de ánimo e incluso olvido y confusión mental”, manifestó la experta.
Adicionalmente, la psicóloga Yorelis Acosta advirtió que, además de los problemas que enfrentan los familiares de la población reclusa, en Venezuela hay un contexto difícil.
“A veces juega en contra de nosotros y nos exige desarrollar fortaleza para nadar contra la corriente o enfrentarnos a unas corrientes muy fuertes y poder llegar y cumplir una meta y cuando la cumples te sientes feliz, pero agotado. Luego nosotros no tenemos conciencia de que debemos cuidar nuestra resistencia mental y emocional. Tenemos un poco más de conciencia del cansancio físico, es muy probable que estas mamás y esposas que están allí y que pasan largas jornadas sin dormir, preocupadas todo el día, pensando, el mismo pensamiento negativo y anticipatorio te agota física y mentalmente, entonces estar en esa situación va a llevar al agotamiento emocional”, explicó Acosta.
La psicóloga recomienda estar alertas a las señales físicas del cuerpo: “A veces se tiene insomnio o muchas ganas de dormir, o dolores en el cuerpo o taquicardia y la dificultad para respirar y aún así, no hacemos una pausa, no nos cuidamos, no atendemos esas señales de alerta física, pero también hay señales del agotamiento emocional y nos nos percatamos de esto mucho menos”.
Prácticas de autocuidado
Yorelis Acosta compartió unas sugerencias de autocuidado con las madres y esposas de los detenidos en el país: “Los demás son importantes, pero nosotros debemos estar bien para poder ayudar a los otros, a ese esposo o hijo que está detenido y para que la mente se aclare y saque el ruido y pueda diferenciar los problemas reales de los imaginarios porque muchas cosas imaginamos cosas que nunca suceden y sufrimos por cosas que nos imaginamos”.
- Pequeñas cosas como cuidar el descanso
- Tratar de dormir.
- Tomarse un ratico del día para su tranquilidad.
- Cerrar los ojos y de repente, orar, concentrarse en la oración por los suyos para todos los que sean creyentes
- Tratar de hacer cosas que nos den tranquilidad. “Hacer 10 minutos de descanso consciente, esas pequeñas cosas dan recuperación y fuerzas para seguir haciendo lo que se debe. “Yo siempre lo llamo mis diez minutos. Ellas se merecen esos 10, 15 ó 20 minutos, para los comportamientos de autocuidado, para identificar cuándo te estás sintiendo mal, cuándo hay un cansancio físico extremo y que no puedes seguirle pidiendo más al cuerpo y esos comportamientos de autocuidado van a ayudar a que la mente no se sienta tan saturada y tan infeliz o al menos se pueda ver las cosas con más claridad y no verlas desde la desesperación”, añadió la experta.
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