“Vivía con la angustia de no saber dónde estaba y que hacía, todos me decían que andaba con gente mala, con el pasar del tiempo ya no era el mismo joven cercano a la familia, se fue distanciando tanto hasta que se convirtió en un extraño, ¿En qué fallé? No lo corregí a tiempo tal vez… tuve miedo de aceptar que como madre había fallado en algo, somos una familia normal, padres que trabajamos, hijas que estudiaron y trabajan. El varón se me torció en el camino, hoy no está, lo mataron, en el fondo sabía que eso algún día iba a pasar”. Este es el relato de una madre cuyo hijo siendo un adolescente empezó a delinquir, no llegó a estar tras las rejas, pero su madre vivió una especie de prisión ante las acciones de su hijo, quién fue asesinado en el año 2018 por grupos paramilitares que hacían “limpieza social” en Puerto Ayacucho.