Encargarse de un familiar detenido implica dejar de trabajar en un empleo formal, pero más allá de la parte económica, las consecuencias de asumir ese rol llevan enfrentarse a situaciones de alto estrés, según expertos, que afectan la calidad de vida de esa persona
Equipo UVL Miranda
“La vida te cambia por completo”. Esa fue la frase más recurrente entre los familiares de presos recluidos en centros de detención preventiva (CDP) ubicados en Guarenas, estado Miranda, que fueron abordados recientemente por Una Ventana a la Libertad, para conocer cómo les ha afectado emocionalmente el tener un pariente detenido, en la Venezuela actual.
A pesar de que el artículo 43 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (Crbv) expresa que “…El Estado protegerá la vida de las personas que se encuentren privadas de su libertad…”, es bien conocido que los familiares de los reclusos son quienes deben cubrir las necesidades básicas de sus detenidos. Ante algún caso de salud, el familiar debe tramitar la atención médica ante el tribunal que lleva la causa y, en muchos casos, debe conseguir el vehículo para el traslado al centro asistencial.
Adicionalmente, el familiar es quien provee de alimentos, medicamentos, productos de higiene personal y, hasta el agua para el consumo, al detenido.
Ante esta situación, hay un denominador común entre los familiares y es que a la gran mayoría les es imposible tener un empleo formal. En el caso de los parientes abordados en Guarenas, estado Miranda, 50% tienen un empleo informal (venden ropa o comida rápida, por su cuenta). 30% se dedican a las labores del hogar, mientras que 20% confesó que no trabajan.
“Uno siempre está como nervioso, pero a la vez deprimido. Es una mezcla de emociones. Ya el sueño no te permite descansar, porque uno empieza a pensar en todo lo que están padeciendo ellos allá adentro. Yo sueño con mi hijo, me despierto a medianoche o en la madrugada y empiezo a pensar en él y ya no duermo más. Es difícil”, reveló la madre.
“Es difícil poder trabajar formalmente porque hay que traer la comida todos los días, unicamente a cierta hora de la mañana. A veces me toca venir también en la tarde. Tengo que estar pendiente en la fiscalía y el tribunal sobre el caso de mi hijo. Generalmente voy una vez a la semana a la fiscalía y eso es perder toda la mañana. ¿Cómo hago para trabajar?”, reseñó Mirelys, la madre de un joven detenido desde principios de 2024 en la Delegación Municipal Guarenas del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc).
Afecciones de salud mental
La mayoría de las personas entrevistadas (60%) son las madres de los privados de libertad. Todas aseguraron que desde que sus hijos fueron detenidos, se han visto afectadas física y emocionalmente. 50% de todos los consultados manifestó que padecen de insomnio. La otra mitad indicó que se sienten desmotivados y han perdido el apetito. De hecho, ante este último indicador, refirieron que han bajado de peso.
De los que manifestaron que padecen de insomnio, 20% recalcó que también sufren de trastornos de ansiedad.
“Uno siempre está como nervioso, pero a la vez deprimido. Es una mezcla de emociones. Ya el sueño no te permite descansar, porque uno empieza a pensar en todo lo que están padeciendo ellos allá adentro. Yo sueño con mi hijo, me despierto a medianoche o en la madrugada y empiezo a pensar en él y ya no duermo más. Es difícil”, reveló la madre de otro privado de libertad detenido en los calabozos de la Policía del Municipio Plaza, que pidió mantener su identidad en reserva por temor a represalias.
Por su parte, la esposa de un detenido del mismo centro policial, quien también pidió mantenerse en el anonimato, destacó lo siguiente: “aunque uno se sienta mal y sienta que ya no puede más, ya uno no importa, el que importa es tu esposo, tu familiar detenido, y uno tiene que engavetarse lo mal que uno se sienta, para poder resolver su comida y sus diligencias, y darle fuerzas a él durante las visitas.
Sin apoyo
Ninguno de los encuestados recibe apoyo psicológico o emocional de algún organismo del Estado venezolano. 30% de ellos se han refugiado en la religión, a través de la Iglesia Evangélica. “La detención de mi hijo me llevó a conocer la Palabra de Dios. Gracias al apoyo de mis hermanos en Cristo, gracias al estudio de la Biblia y gracias a la adoración a través del canto, me he sostenido en pie en este año y medio que lleva mi hijo detenido. No es fácil, pero de la mano de Dios ha sido posible”, destacó otra de las madres de un recluso de la Delegación Municipal Guarenas del Cicpc.
La mitad de los consultados detalló que el apoyo que reciben viene de parte de su propio núcleo familiar, bien sea con acompañamiento, apoyo moral, actividades de esparcimiento y, en ocasiones, ayuda económica.
La gran mayoría (80%) coincidió en que les gustaría recibir apoyo de alguna institución u organismo.
¿Cómo afecta tener preso a un familiar de primer grado?
La reclusión de uno de los miembros de la familia siempre traerá consecuencias negativas para el núcleo familiar, principalmente para quien asume la carga de convertirse en el “proveedor” del detenido, que generalmente es una mujer, bien sea la madre, la hija, la hermana o la esposa, entre otras.
Yoleima Torres, psicóloga clínica experta en terapia conductual, conversó con Una Ventana a la Libertad para compartir su visión sobre las afecciones que implica tener a un familiar detenido y sugerir recomendaciones a los entes del Estado que están a cargo de los presos.
“Las consecuencias para el núcleo familiar son diversas. Pueden ir desde el distanciamiento, responsabilizar al otro, escasez económica, hasta la fragmentación del grupo familiar como divorcios o separaciones. Pero más allá de esto, quien asume la responsabilidad de encargarse del detenido también es objeto de consecuencias que afectan su salud física, su salud mental y su desenvolvimiento en la sociedad”, puntualizó la experta en psicología.
Para Torres, la ausencia de una buena salud mental, repercute en la salud física. “En la gran mayoría de los casos, son las mujeres las que asumen la carga de las visitas, la comida y los trámites legales. Tener un hijo preso en Venezuela implica tener cargas extraordinarias. Eso trae repercusiones negativas en la salud mental de la persona, principalmente el estrés que desencadena en otras afecciones, y cuando éstas no se tratan, van a reflejarse en la parte física y es allí cuando las consecuencias pueden ser de gravedad”, enfatizó.
En tal sentido, la experta en psicología clínica y terapia conductual sugiere que las personas que llevan la carga de atender al detenido practiquen alguna actividad física. “Esto les va a ayudar a bajar los niveles de estrés a los que están sometidas. No se trata de ir al gimnasio o entrenar para una maratón. Con caminar al aire libre, a primera hora de la mañana o al final de la tarde, por 20 minutos es suficiente”, aseguró.
Finalmente Torres recomienda al Estado el diseño e implementación de políticas públicas destinadas a garantizar la atención de los privados de libertad, así como programas para acompañar a la familia, como base de la sociedad.
“Es difícil, ante el funcionamiento actual del Estado. Pero si existe una firme determinación por parte de quienes hacen las leyes y de quienes las ejecutan, entonces sí es posible. Es necesaria la atención a la familia para evitar su desintegración, pero si se hace inevitable, que se mantengan los lazos afectivos para el buen desarrollo de cada uno los miembros”.
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