Zulia: Detenidos de Polisur necesitan efectivo para mantener contacto continuo con sus hijos

MARACAIBO VENEZUELA: 05/12/2015 FAMILIARES DE LOS PRESOS EN LA SEDE DE POLISUR PROTESTAN FRENTE A LA SEDE EN LA GRAFICA PROTESTA

Recostada a la cerca de ciclón esperaba su turno. Insistentemente miraba hacia las construcciones al final del estacionamiento, buscando la señal que le indicara que llegaba su momento para ingresar a Polisur. En un primer contacto, cuando la abordamos, se mostró evasiva. Se concentraba en mecer a la criatura, de cinco meses, sentada en su cadera y en tranquilizar al otro hijo, de seis años, que se movía de un extremo a otro en el portón. Eugenia Pérez, como se identificó la mujer al sentirse en confianza, confesó que se había perdido de la hora de la visita y ahora le tocaba pagar. “Quince bolos por cada muchacho y 50 por ella. Todo en efectivo”.

En tres minutos resumió las razones que la llevaron, la tarde del 2 de junio de 2018, a la entrada del Instituto Autónomo Policía Municipal de San Francisco (Polisur), en el sector Sierra Maestra, municipio San Francisco del estado Zulia, en el occidente de Venezuela. Le costó conseguir efectivo, se lo vendieron al 250 por ciento y se lo entregaron tarde. Después se le dificultó embarcarse en el transporte público. Pero ahí estaba, con sus dos hijos a punto de entrar a ver a su marido.

– ¿Los niños siempre pagan?

– La visita legal es el último domingo de cada mes. Quien paga entra cualquier día y a cualquier hora. A veces me cobran 15, otras 20, todo depende del policía que esté en la puerta.

En esta oportunidad no preparó comida. Su objetivo era que los muchachos compartieran un rato con su padre. En dos oportunidades le pidió que se los llevara. No pasarían mucho tiempo adentro, estimaba unos 20 o cuando mucho media hora. Eso también depende del ánimo del policía. A su marido, a quien no quiso identificar para evitarle “problemas”, lo detuvieron hace siete meses con “chatarra” (material estratégico). “Solo ha subido una vez a tribunales cuando lo privaron”.  Le tocó conocer al “bebé aquí adentro”.

Para Eugenia, quien más ha sufrido la situación es su hijo mayor, se le puso “rebelde, contestón y no le hace caso”. Por eso es quien más la acompaña a las visitas. “Para que su padre le ponga carácter”.  Recordó que antes de la captura su marido se lo llevaba hasta para trabajar.

El negocio

En el comando las visitas de familiares se establecieron primeramente los días domingos de 9.00 a 11.00 de la mañana. El incremento del número de detenidos en sus dos calabozos, hoy alcanzan a los 400 internos. Según un funcionario que pidió no ser identificado, esto obligó a la directiva a dividir la visita entre sábado y domingo, un día por cada pabellón. Los visitantes deben vestir suéter, camisa o franela negra para poder ingresar. Se estima un tiempo de 45 minutos por familia.

Al terminar su discurso, el policía, de unos 35 años y sin uniforme, acotó. “Pero si quiere ver a su detenido ya, solo debe tener 50 bolívares en efectivo por el desplace. Se lo sacamos unos minuticos para que se cerciore que todo está en orden. Dígame en cuál calabozo lo tienen”.

-¿Y si traigo un niño?

-Por él paga aparte. Si no debe traérselo el último domingo del mes.

El dinero se le entrega disimuladamente al oficial o al portero, este luego de reunir una cantidad camina, unos 15 metros, desde la entrada hasta el otro extremo del comando. A los minutos regresa a la entrada por el pariente. No hay revisión de ropa ni chequeo al envase de la comida. El pariente pasa directo hasta donde le indique el oficial.

“No solo cobran por eso”, intervino una mujer. Cuando se le hace tarde para traer la comida también quitan dinero. “Si vos queréis que le llegue la comida completa a tu familiar, también tenéis que pagarles. Y te doy un consejo, no le traigáis comida buena entre semana, porque se la comen los policías. Prepara lo bueno para el día de visita”.

Los sin dinero

El “Negro”, como le dice cariñosamente su madre, María Colina, tiene un año encerrado. Lo acusaron junto a su amigo de robo agravado y aprovechamiento de cosa proveniente del delito. Se lo llevaron esposado de su casa y desde ese día no ve a su hijo. Por su madre El Negro supo que su mujer se marchó para Colombia y le dejó al niño, de 11 años, a su cuidado.

“Yo lo quiero ver. Pero mamá no tiene cobre para tantos”, comentó el detenido antes de detallar cómo distribuye los cuatro mil bolívares y el cesta tiquet que recibe su mamá por trabajar como mucama en un hotelucho en la vía a Perijá. “Pasajes y algo de comida”.

Su madre no le cuenta mucho durante la visita de cómo está la economía en la casa. Pero él lo nota en lo que le lleva. “En ocasiones se aparece con arepa pelada”. Se enteró por unos conocidos que su madre anduvo por el barrio pidiendo uniformes para su hijo. “Le tocó empezar en el liceo y no tenía la franela azul”.

En los 365 días, el “Negro” rebajó, según cálculos de su progenitora, unos 25 kilos. “Al principio podía traerle las tres comidas. Ahora cómo. Hoy les traje las arepas porque una prima me regaló medio paquete de harina”.

La mujer se lamenta de no poder ayudar más al menor de sus dos hijos. “Quiero comprarle un pomo para eso que le pegaron aquí –escabiosis- y no he podido. Quiero que el niño lo venga a ver. Pero no hay pasajes para dos. Tengo muchas deudas y ya no tengo nada para empeñar”.

A pocos metros, en el galpón en el que se improvisan los ratos familiares en el comando, comparte otra familia. Al detenido lo acompañan dos mujeres, un señor, de unos 60 años, y un niño como de tres. Conversan, se ríen. El pequeñín corre con un superman de plástico, mientras su padre lo persigue. María y su hijo los miran con disimulo y vuelven a lo suyo. Ella apresura al “Negro” para que coma rápido las arepas. Debe caminar hasta el kilómetro 4, unas15 cuadras desde el comando, para llegar a tiempo a su trabajo.

 Apoyo espiritual

Desde hace unos 22 años, Mario Peraza, hoy pastor y coordinador de la Pastoral Evangélica Penitenciaria de Venezuela, Capítulo Zulia; apoya a los privados de libertad. “Mi labor es netamente pastoral de orientación y ayuda”.

Con unos 40 voluntarios, el pastor visita unos 15 comandos policiales y el Centro de Arresto y Detenciones Preventivas de Cabimas. Promueve actividades con la familia del recluso, organiza jornadas integrales, jornadas de barbería, brinda, en la medida de las posibilidades, asistencia jurídica y en ocasiones sirve de enlace con la Fiscalía y tribunales. Para fin de año, Día de la Madre o Día del Padre planifica eventos especiales que promuevan la integración familiar o crecimiento personal del detenido.

El acompañamiento de un preso o su grupo familiar se hace por petición del interesado. Mientras que el trabajo en el centro de reclusión dependerá de la filosofía del encargado. “Con cada cambio de directiva hay que negociar las condiciones del trabajo pastoral”.

La organización no cuenta con apoyo de instituciones privadas o del Estado. Sin embargo, en sus jornadas ha podido alimentar a unos dos mil internos, desarrollar mejoras del hábitat y hasta hacer donaciones de medicinas.

Equipo Investigación UVAL Zulia

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