Desnutrición: una realidad que esconden en el Cuartel de Prisiones de Politáchira

Foto: Referencial

La precaria situación que en todos los ámbitos están padeciendo los venezolanos a causa de la escasez y del alto costo de los alimentos de la cesta básica, también hace mella en quienes por una u otra razón, se encuentran privados de libertad en los centros de detención preventiva.Esto  ha llevado a que  aceleradamente se presenten  cuadros de desnutrición, tanto leves como severos en los presos, condición que a la vez acarrea afecciones de salud como úlceras gástricas, que sumadas a las originadas por la insalubridad, como escabiosis, hongos y hepatitis,  mantienen en riesgo la vida de estas personas.

El grado de  desnutrición general que estarían padeciendo los privados de libertad en los Centro de Detención Preventiva  del Táchira, aunque circula  abiertamente  entre los familiares de los detenidos, no ha sido fácil de confirmar por parte de la prensa regional. En primer lugar porque los parientes por temor a represalias contra sus seres queridos presos, se abstienen de hacer una denuncia pública; en segundo lugar, por la restricción estricta y/o  prohibición de ingreso a una de estas instalaciones a los periodistas, argumentando las autoridades  que   “por seguridad”.

Sin embargo, la insistencia que se mantiene sobre este tema de la desnutrición,  sobre la constante violación de los derechos humanos de estas personas, y el maltrato físico y psicológicos a los  que exponen intramuros a los privados de libertada, de una u otra manera cada vez se están haciendo más evidentes.

Hace menos de 15 días se conoció  públicamente, a través del Diario La Nación, sobre la muerte de un privado de libertad del Cuartel de Prisiones de Politáchira (el mayor centro de detención  preventiva de la entidad)  por supuestamente comer jabón, una muerte que estaba siendo investigada por el Cicpc, en razón de que la autopsia que se le practicó a la víctima determinó que  fue por ingerir órgano fosforado.

http://lanacionweb.com/sucesos/investigan-muerte-de-un-preso-de-politachira-presuntamente-intoxicado-al-consumir-jabon/

Posteriormente, el dirigente social Asdrúbal Ortiz, quien constantemente ha denunciado la situación de los privados de libertad de este y de otros centros de detención preventiva del Táchira, no sólo reveló que la mayoría de los internos están desnutridos y enfermos, sino que en particular, este que falleció por presuntamente haber consumido jabón, en realidad fue un policía el que lo obligó a comerse los fósforos y cigarrillos que le descubrió tenía en su celda, además de agregarle a la mezcla, jabón y pasta de dientes, lo que le provocó una reacción mortal al reo, que ya estaba desnutrido y padecía problemas gástricos.

Igualmente asegura Ortíz en esa misma nota de prensa que un mes antes, otro privado de libertad de Politáchira, también murió a causa de la desnutrición. Esta muerte, aunque no teníamos los datos del fallecido, se logró confirmar en la morgue del Hospital Central de San Cristóbal.

http://lanacionweb.com/sucesos/piden-a-la-fiscalia-y-defensoria-investigar-la-muerte-de-un-preso-en-politachira/

Como se ha vuelto habitual  en estos casos tan delicados, pese a que los periodistas intentan conocer de los directivos su pronunciamiento sobre tales situaciones, se niegan a hacerlo.

Es por ello que para este trabajo se consultó al familiar de un joven de 24 años que apenas hace una semana salió de los calabozos de Politáchira, bajo medida de presentación periódica. Se trata de Emilio Ortega, cuyo sobrino estuvo preso por 7 meses por el delito de Robo Agravado. Ambos residen en  Santa Ana del Táchira, a 19 kilómetros de la capital del Táchira.

Pese a que Ortega se mostró  contento por saber a su sobrino en libertad, confesó haberlo visto con menos pesos, perdió 14 kilos específicamente en los siete meses de prisión, muy  a  pesar  que siempre se esforzó por hacerle llegar sus dos comidas diarias.“Está muy pálido, desmejorado. Cuando cayó preso pesaba 74 kilos ahora está en 50. Desde hace un tiempo, en  el  cuartel de prisiones algunas veces no permiten pasar  pasar desayuno, pero cuando lo permiten  hay que estar a las 8 de la mañana en cola para poder  entregárselo.  Si se llega 5 o 10 minutos después, perdemos el viaje, no nos reciben el desayuno, a no ser que consigamos un policía corrupto que por 10 o 15 mil bolívares, le haga llegar la comida al detenido”.

Añadió  Ortega “mi sobrino dice que ahorita Politáchira no está dando pero nada de comida a los presos, que los llamados ”fritos’, los que no tienen familia que les lleve comida, como el muchacho que mataron al obligarlo a comerse los fósforos y los cigarros, pues no comen nada, a no ser que otro preso comparta su comida. Por eso es que ese muchacho estaba tan desnutrido”, haciendo alusión al preso fallecido recientemente.

El pobre menú que les permiten a los familiares ingresar a los privados de libertad, Ortega lo describió así: “al desayuno, generalmente café, pan o arepa rellena con huevo o mortadela; el almuerzo sí es un poco más amplio, se les puede llevar arroz con carne molida o pollo, acompañado con plátanos o maduro”. En cuanto a la cena, los privados de libertad no gozan de esta comida, tampoco reciben ningún tipo de alimentos los domingos.

Ortega calcula que semanalmente, de lunes a sábado, cumpliendo religiosamente con el desayuno y el almuerzo, gastaba en comida  entre 20  y 22 mil bolívares diarios, es decir de  120 a 132 mil por los seis días, fuera de las botellas de agua mineral que procuraba llevarle diariamente, a un precio de 2 mil por unidad, es decir, un total cercano a los 145 mil bolívares semanales.

Emilio debía tomar muy temprano una  de las busetas que desde Santa Ana del Táchira lo trasladaba a San Cristóbal, donde se ubica el comando de Politáchira, para estar en la cola a las 8 am, con el desayuno del sobrino.Cada movilización le representaba en pasaje  800 bolívares, lo que indica que los cuatro viajes  -ida y vuelta-  para poder cumplir todos los días con la alimentación del sobrino (desayuno y almuerzo) le costaban 3 mil  200 bolívares diarios, es decir 19 mil 200 semanalmente, y 76 mil 800, al mes.

“Muy poca gente aguanta ese trote, por eso es que muchos privados de libertad quedan “fritos”, sin nadie que vele por ellos. La gente se va cansando, va quedando sin dinero y llena de impotencia. Otro factor importante  que afecta es el transporte público, las pocas unidades existentes por ejemplo en el municipio Córdoba, donde nosotros vivimos, hace que  se pierda  tiempo valioso que al final repercute tanto en nuestra economía familiar porque o te ocupas de tu pariente preso y pierdes el trabajo, o trabajas y te olvidas de él.   Afortunadamente yo trabajo como transportista, por mi propia cuenta, y eso me permitía dedicarme mediodía día a mi sobrino”, explicó.

Dijo que los familiares deben estar en la cola para el desayuno, cuando lo permiten, a las 8 de la mañana, ni un minuto después, y suponiendo que todo salga bien, a las 11:15 deben estar otra vez en cola para entregar el almuerzo que los policías  reciben hasta las 12 del mediodía. Es realmente difícil para quienes no tienen tiempo suficiente, para los que no tienen suficientes medios económicos.

El tema de la extorsión se encuentra allí, a las puertas de los calabozos como una oferta latente para los familiares que llegan  tarde  para hacer la cola de entrega de los alimentos, o para  quienes a sabiendas que su pariente preso  ha sido castigado y aislado, le interesa que le llegue la alimentación. Entre 15 y 20 mil bolívares, dependiendo del funcionario policial que les toque, oscila la extorsión que deben pagar por este “favor”.

“Ahí cobran la vacuna al familiar que pueda pagar para acelerar y garantizar la entrega de la comida al detenido” dijo Ortega.

En cuanto a la forma de empaquetar la comida “todo debe ir en bolsas plásticas transparentes, es decir todos los alimentos mezclados en una sola bolsa. Los utensilios, como cucharillas, que son de plástico, las deben tener  en sus celdas cada interno, quien la pierda comerá con las manos”. Al preguntarle a Ortega por la manera como los privados guardan o almacenan los alimentos, soltó una gran carcajada ”no, no hay tiempo de guardar nada, con el hambre que pasa esa gente, eso es de inmediato que se comen lo que  les llega”.

Finalmente Ortega  dijo que el agua que consumen los privados de libertad, proviene de las tuberías. “Ellos la almacenan en botellas plásticas de jugo o refresco, pero no es nada salubre lo que hacen porque en esos mismos recipientes a veces deben orinar por las noches para al otro día que  les permitan ir a los baños, desechar la orina porque no todas las celdas tienen sanitarios, que de paso siempre están sucios”.

En este sentido reflexionó que en estas condiciones todos los privados de libertad se hallan expuestos a la insalubridad, tanto así que si uno de ellos adquiere una virosis, todos se contagian,  porque ni con servicio médico cuentan desde el motín  registrado el año pasado.

En lo referente  a alguna ayuda o colaboración aportada a los privados de libertad de cuartel de prisiones de Politáchira, por parte de alguna organización, organismo o institución de ayuda social, esta es completamente inexistente.

De un plato comen cuatro en Policárdenas

La situación en la Policía de Cárdenas es totalmente diferente. Con apenas dos  celdas y nueve presos es más fácil organizar y controlar el ingreso de alimentos. Sin embargo, el  abandono de familiares o la situación económica, afecta también a los privados de libertad.

Desde hace un año y siete meses, Eduard I. comparte la comida con otros tres compañeros de una de las celdas de la Policía de Cárdenas.

El joven de 23 años contó que su mamá le lleva alimentos y le da a sus amigos ya que éstos no tienen familia en el Táchira y, por ende, no tienen regularidad en la visita que pueda proveerles comida. Por los delitos de robo agravado y porte de arma blanca, Eduard permanece recluido en uno de las dos celdas de esta policía municipal.

Religiosamente, su familia le lleva en envases transparentes la comida que puede ser desde pasta, arroz con algún tipo de carne y tajadas. También le llevan ingredientes para que puedan cocinar y, de igual manera, la comida es para todos.“No puede haber egoísmo ni peleas. Estamos juntos en una celda y tenemos que convivir. Claro que no quedamos llenos pero comemos (…) cuando no nos pueden traer la comida, los policías nos dan pan o arepa de las que ellos comen”, explicó el detenido.

Aunque ya fue condenado, Ángel S. está próximo a cumplir cuatro años detenidos en Policárdenas. Al estar desde niño “a la deriva”, como el mismo dice, no tiene familia que lo apoye. Sin embargo, un grupo de personas de la religión “Testigos de Jehová” lo ayuda con alimentos preparados o crudos y también realiza con ellos lectura de la biblia. Aseguró haber perdido 20 kilogramos. A su ingreso en el centro de detención preventiva, llegó con 92 kilos y actualmente pesa 70.

El joven de 25 años narró que los efectivos policiales los ayudan con la comida. “El agua que tomamos es filtrada, es la misma que toman ellos. Cuando por ahí algún restaurante les manda sopas, ellos nos dan también pero gracias a Eduard puedo comer porque su mamá le trae suficiente comida”.

Equipo UVL

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