CDP DE CORO NO INTIMIDA A LA POBLACIÓN

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Equipo de Investigación UVL

El Centro de Detención Preventiva más grande de Falcón es sin duda el que tiene su sede en la Comandancia de la policía estadal, ubicada en la avenida Alí Primera, al oeste de Coro. Tiene capacidad para 50 personas, pero actualmente alberga a más de 400 en celdas de 4 x 2 metros ubicadas en la parte posterior de la institución. Desde afuera, difícilmente el visitante ocasional de la ciudad e incluso aquellos habitantes que no han tenido que entrar para visitar a un familiar o amigo detenido, pueden imaginar el grado de hacinamiento que allí se vive.

Los testimonios de algunos familiares que se atreven a declarar a los medios, son escasos por temor a represalias. Se conoce que la tensión que se vive, como consecuencia de la aglomeración de reclusos en reducidos espacios, se refleja en las enfermedades que padece la población que allí convive: hipertensión, escabiosis, pediculosis, tuberculosis y VIH, entre otras.

La mencionada Comandancia fue construida en las afueras de la ciudad hace más de 30 años. En su momento, a su alrededor los terrenos lucían baldíos. A varios kilómetros estaba ubicada la urbanización más cercana. No obstante, el crecimiento de la ciudad poco a poco fue ocupando los espacios y hoy en día en su lado izquierdo hasta permanece una escuela para niños con diversidad funcional.

El perímetro de seguridad que debe existir en estos casos, no es cumplido y en las afueras solo se observan funcionarios con motivo de alguna reyerta entre reclusos.

Estas instalaciones no poseen muro de seguridad en la parte posterior. Una antigua cerca de ciclón que existió hace muchos años, fue derribada y no ha habido recursos para levantarla. En consecuencia, varios reclusos se han fugado a veloz carrera por ese débil costado que colinda con un amplio terreno desocupado que va a dar a la carretera variante oeste de la ciudad, por un lado, y al populoso sector Cástulo Mármol Ferrer, por el otro. Por el norte, se extiende la zona industrial de Coro que más parece un cementerio de galpones desocupados que un parque fabril.

En los últimos veinte años, sin embargo, varios comercios, unos más formales que otros, han ido proliferando a sus alrededores. El encargado de la Farmacia Tocopereña aseguró que en cuatro años que tiene en el mencionado local nunca se ha sentido amenazado por la existencia de motines o fuga de reos. Los propietarios de un autolavado ubicado enfrente prefirieron no pronunciarse en torno a su vecina, la Comandancia.

Luisa Laclé, habitante del sector Cástulo Mármol Ferrer, aseguró que los presos que han escapado nunca se han metido en las casas de la zona y que, más bien, son los funcionarios policiales los que incursionan en el lugar para intentar dar con el paradero de quienes emprenden la huida. Afirmó que estos solo buscan en las calles y no han protagonizado violaciones a los domicilios en busca de los reclusos.

Un docente del Taller Laboral Mixto Coro, que prefirió omitir su nombre, precisó que, aunque no dejan de sentir temor por estar tan cerca de la Comandancia, esto no ha significado amenaza a la integridad de los niños y jóvenes que allí reciben formación. Tampoco el personal que allí labora se ha sentido intimidado. Desde hace varios años, buscan la reubicación para ampliar el número de aulas y dar cabida a más personas con diversas condiciones como síndrome de Down, parálisis cerebral, retardo mental, entre otros. Al contrario, creen que estar al lado de la Comandancia les ha servido de resguardo de sus instalaciones.

Una persona que optó por hablar siempre y cuando no fuera publicada ni su foto ni su nombre, admitió que, en ocasiones, son los familiares de los presos los que constituyen motivo de alarma en las adyacencias, sobre todo cuando ocurren motines entre internos, pero esto es ocasional. En el primer semestre de 2017 sólo un episodio de violencia se ha suscitado entre los procesados y penados que allí sobreviven.

Los familiares, como es frecuente, se sitúan frente a la Comandancia. Se trata en su mayoría de mujeres que acuden tres veces al día a llevar los alimentos para su familiar detenido.

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La población vecina es muy celosa de su seguridad y no accede a dialogar con extraños, mucho menos con la prensa. Ante las preguntas, se limitan a responder de manera cortante: “Si desea información vaya a la puerta y hable con los policías para que la incluyan en el censo y pueda entrar”, advirtió una fémina.

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