Celebración prohibida: presos de Monagas hacen “vacas” para la Navidad

Por ser una época que llena de alegría a la gente, la socióloga Marlene Rodríguez de Arreaza cree que las autoridades deben mostrar solidaridad y permitir un momento de distracción a los reclusos. En Navidad y Año Nuevo, la mayoría de los presos en Monagas comerá algún plato típico gracias a las iglesias evangélicas 

Equipo UVL Monagas

Maturín.- Ana tiene dos años celebrando la Navidad para ver a sus cinco nietos felices. Adorna su casa y la ambienta con música. El 24 de diciembre su familia cena la tradicional hallaca, que es una especie de tamal, rellena de un guiso de carne de res y de cerdo, envuelta en hojas de plátano. Esa noche se bebe ron, se ríe y se canta.

Y mientras su familia y sus nietos son felices, corriendo con estrellitas (luces de bengala) en las manos, ella disimula su tristeza. “Mis navidades se acabaron desde que él está preso”, confiesa mientras observa a un montón de patrullas en el patio central de la Policía del estado Monagas.

El cuarto de sus cinco hijos es uno de los 370 hombres privados de libertad en el principal Centro de Detención Preventiva del estado Monagas, ubicado en la zona oeste de Maturín. El joven de 25 años de edad está detenido por robo de teléfono y ahora espera por juicio.

Mientras los cuerpos de seguridad requisaban los calabozos de Polimonagas, el 24 de noviembre de este año 2023, Ana, cuya verdadera identidad está protegida por seguridad de su familiar, cuenta que su hijo recibe ayuda económica de sus cuatro hermanos para sobrevivir en prisión. “Es la única forma de cubrir sus gastos allá adentro. Porque allí se paga por su seguridad y también se colabora con la ‘vaca’ para que celebren la Navidad”, refiere haciendo alusión al aporte de dinero que cada recluso está obligado a hacer mensualmente.

Para la seguridad disponen de cinco dólares semanales, un monto elevado para quien sólo cobra sueldo mínimo o recibe la pensión que otorga el Seguro Social. El aporte para celebrar Navidad es en “especies”; es decir, cada recluso colabora con lo que puede. Por lo general, cada familia lleva alguna comida. El licor es adicional y su ingreso es permitido si se entrega, a discreción, dinero a los policías que custodian los calabozos.

Los días 24 y 25 de diciembre, incluso Fin de Año y Año Nuevo, los reclusos de todos los centros de detención preventiva de Monagas sólo pueden compartir con sus familiares una hora durante la mañana o el tiempo que les permita el director de cada recinto. De igual forma, cada persona hace un aporte para celebrar en su celda, escuchando música en los teléfonos o a través de la radio.

“Por eso es que ellos dentro procuran organizarse para tener un momento diferente, porque las autoridades no hacen comidas o algún tipo de compartir. A veces, ocurre que los pastores de las iglesias evangélicas les traen desayuno, pero no son todas las navidades”, explica.

Un momento agradable

La socióloga Marlene Rodríguez de Arreaza analiza las prohibiciones y restricciones que en época navideña imponen las directivas de los centros de detención preventiva a los presos y considera que violan sus derechos humanos.

Al mismo tiempo, recuerda que Navidad es una de esas fechas en las que las personas renuevan su fe y la esperanza en un mejor mañana, algo que cobra mayor peso cuando la persona está privada de libertad. En este contexto, Rodríguez de Arreaza enfatiza que el momento de compartir con sus familiares y amigos en Navidad, además, se convierte en una motivación de lucha.

“Ese momento tan especial debe propiciarse para que puedan disfrutar de la llegada del Niño Dios, de la Navidad, para que ellos unan esos lazos familiares e incluso institucionales, porque conviven en un espacio institucional”, reflexiona.

Rodríguez recuerda que aunque son personas que han infringido la ley, los privados de libertad son seres humanos que merecen pasar un momento agradable “para que no se sientan tan solos”. La socióloga cree que las autoridades deben ser un poco más flexibles y humanas, al tiempo de demostrar solidaridad con su prójimo. 

Alimentar al preso

Esa solidaridad de la que habla Rodríguez está presente en aquellas familias que cocinan un poco más para dejar comida a los presos que no reciben visitas. Al mismo tiempo, es palpable en las organizaciones civiles que se organizan para alimentar a los presos.

Es el caso de las iglesias evangélicas que acostumbran a llevar comida a los detenidos. Estas son las únicas que están autorizadas para ingresar alimentos y llevar la palabra de Dios a los privados de libertad. Antes, la Iglesia católica lo hacía a través de la pastoral social, pero el Gobierno nacional les prohibió la entrada por considerar que usaban el espacio para generar o hacer política en contra del oficialismo.

La hermana de un preso en la Subdelegación Maturín del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) opina sobre esto en particular. Sostiene que es negarles ayuda médica y social. Incluso, está convencida que es una violación a sus derechos humanos.

“Las iglesias están en la capacidad de alimentarlos y no lo pueden hacer porque lo tienen prohibido. Si esa ayuda entrara con frecuencia, la desnutrición entre los detenidos disminuiría”, considera. La joven asegura que la falta de ingresos económicos ha hecho que cada día sean más los presos que pasan hambre y que, en el caso de la época navideña, no tengan un plato tradicional para compartir.

De hecho, es la segunda vez que su hermano no compartirá la cena navideña. Es así, porque en el Cicpc no permiten que los presos se organicen para comer algo. Allí sólo tienen oportunidad de ver durante 30 minutos a sus familiares, al mismo tiempo, de recibir el desayuno que alguna iglesia evangélica les lleve en el caso de que reciba la autorización del jefe de la delegación.

Igual ocurre en la Policía Nacional Bolivariana y la Policía municipal de Maturín. La población reclusa es alimentada por un grupo de hermanos evangélicos que tradicionalmente llevan arepas, hallacas, pan de jamón y torta.

En el caso de los detenidos en la Policía municipal, este año, los presos se mantienen en incertidumbre porque no saben si habrá cena navideña, como venía ocurriendo desde hacía tres años. Tras la designación de un nuevo director en la policía, hubo cambios en los departamentos y ahora hay un nuevo jefe de calabozos que no les había informado si la tradición iba a continuar.

Familiares de detenidos en Polimaturín consultados para este reportaje mencionaron que anteriormente los presos podían preparar pan de jamón y cualquier cena para compartir en una gran mesa que el jefe del retén alquilaba para que comieran fuera de la celda.

“Eso como que se acabó con la salida del comisario y es una lástima porque los presos disfrutaban de una noche distinta. Allí, los presos daban gracias a Dios por los alimentos, leían la palabra y comían en paz”, recuerda la mamá de un recluso que al igual que Ana tiene varios años disimulando su tristeza en Navidad.

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