
En Lara organizaciones religiosas y de civiles intentan aportar su grano de arena con los presos y sus familiares, pero saben que la labor no es fácil y por eso abogan por trabajo constante. También solicitan aportar soluciones y no confrontaciones
UVL Estado Lara
Barquisimeto. Estar preso tres días lo hizo entender la misión que le otorgó Dios en la tierra. Atendió el llamado de Cristo para generar cambios en los privados de libertad y desde hace 24 años protagoniza una siembra con fe, palabra y evangelio. Así es el trabajo semanal que hace Rubén Lucena en los Centros de Detención Preventiva (CDP) de Lara y anualmente en cárceles de otros estados.
Con la biblia en una de sus manos y con la bendición de Cristo como escudo, Rubén visita y se interna en los calabozos para cultivar las ganas de los presos de dejar su pasado atrás y que florezca una vida nueva luego del pecado. La iniciativa de este hombre, en principio, la hizo sin compañía pero los últimos años la Comunidad Cristiana Amor de Dios que se ubica en el centro de la ciudad de Barquisimeto lo respalda en el arado de redimidos.
“Los frutos de las cárceles no se cosechan rápido, no son fáciles” es lo primero que responde este hermano cuando se le consulta si su labor de evangelizar dentro de los calabozos policiales de la entidad crepuscular han logrado resultados positivos en la humanización de las cárceles y de los presos.
“La religión no te va a llenar como persona, pues tú tienes que sentir la presencia de Dios para que exista un cambio, para que sientas que estás lleno de fe y de Dios. Pero no puedo negar que cuando tu sembraste una semilla y esta germina, florece naguará” dice Lucena cuando puede ver y palpar resultados positivos a su labor tras los barrotes. Pero el pastor hace una aclaración: “los frutos de las cárceles no son rápidos, no son instantáneos. Hay uno que si se dan, pero los frutos de las cárceles no son fáciles. Influye la vida que llevaste y el carácter de la persona que está presa. Pero el cambio empieza cuando tu buscas a Dios” detalla.
El “varón” junto a la Comunidad Cristiana Amor de Dios y su esposa Graciela intentan no solo alimentar la fe de los privados de libertad, si no también tratar de apoyarlos en su bienestar. Este grupo de personas reciben donaciones y hacen labores para conseguir alimentos, prepararlos y repartirlos por los CDP que más tienen población. Desde arepas rellenas, jugos y sopas se encargan de preparar estos cristianos para los privados de libertad de la Comandancia General de la Policía del estado Lara (Polilara), mejor conocido como “La 30” y la sede de Pata ‘e Palo de la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Basado en su experiencia, Lucena cree que los procesos de transformación de los CDP y de los privados de libertad no solo dependen de la labor que ellos como cristianos ejecuten o lo que haga otro grupo religioso o las mismas autoridades. Opina que los cambios se impulsan por el trabajo mancomunado entre todos los actuantes que estén motivados a ayudar a estas personas que “mucha gente no las entiende y les desea mal solo porque son pecadores”.

Ahonda el “varón” que en los últimos años ha visto cosas muy positivas en todas las cadenas de mando que están al control de detenidos. Indica que se ha agilizado el retardo procesal que muchos padecen hasta el punto que los CDP que visita ya no tienen tantos presos hacinados como en años anteriores.
Juntos buscándole la solución al problema
Desde 2012 este cristiano es parte de la pastoral que conforman civiles y policías de “La 30” y con tantos años de trabajo aclara que el verdadero cambio se genera cuando se “evite el choque” y se busque “ser parte de la solución del problema”.
Lucena revela que cada actor que quiera influir en la cárcel y en los presos tiene que entender que por más buenas acciones que intente ejecutar, “algunas veces puede traerte problemas. Hay que evitar las confrontaciones y los choques y lo que hay es que sumar, no restar. Esos son lugares de tinieblas y uno debe saber cómo hacer las cosas. Se debe usar la política de manera sabia”.
Mantiene que para hacer buen trabajo en los calabozos todos deben actuar por igual, ser neutros y sabios. Insiste que ha visto cambios durante este gobierno socialista pero también dice “que no hay tapar el sol con un dedo”. Invita a los grupos sociales opositores a que se aboquen también en brindar una mano a esta población desasistida. Por último solicitó a quienes recriminan a los presos y los ven como su enemigo por los delitos cometidos:
“Hay que trabajar en pro de que los presos y todo el que esté ligado a las cárceles nos vea como una persona que los puede ayudar, que viene a aportar soluciones, no como una persona que es todo lo contrario. El gran cambio que también debe existir para una transformación, es que los CDP se conviertan en centros de rehabilitación y no en una sede de castigo. Porque vamos estar claro, hay personas que son culpables pero a ellos hay que meterle la mano” declaró.
Familiares tienen una “casona”
Además de la labor de Lucena y la Comunidad Cristiana Amor de Dios existen personas y grupos en Lara que trabajan ad honorem para el respeto a los Derechos Humanos de los privados de libertad. La Pastoral Penitenciaria que pertenece a la Arquidiócesis de Barquisimeto, organizaciones no gubernamentales que ofrecen ayuda jurídica a presos y la Fundación Las Mercedes que opera en “La Casona”, una sede que se ubica frente a la sede del Circuito Judicial Penal del estado Lara en la carrera 24 entre carreras 16 y 17 del centro de Barquisimeto.
La Fundación Las Mercedes es un grupo de mujeres, abogados y psicólogos que se unieron para monitorear los derechos humanos de los presos principalmente de Lara pero que también están recluidos en penales de Trujillo, Barinas, Carabobo, Anzoátegui y Bolívar. Otra labor que hacen en esta organización es brindarle a los familiares de presos asesoría relacionada a las rutinas carcelarias de cada penal y CDP, educación sobre los procesos judiciales, búsqueda de atención médica y medicamentos a los reos enfermos, apoyo anímico y psicológico por parte de especialistas y hasta una casa abrigo donde pueden acudir las personas que son de otras latitudes pero deben estar en Lara debido a audiencias o juicios.
Nayibe López es la directora de Las Mercedes y lo particular de esta organización es que se enfoca en apoyar a los parientes de presos que todos los días libran luchas silenciosas por su cuidado en las cárceles, en tribunales y hasta en sus hogares.
López, quien es docente jubilada, tuvo a un hijo privado de libertad y sus ganas por defender a estas personas inició precisamente por él. Se declaró defensora de los derechos humanos desde que en la cárcel de Uribana, ahora llamada Centro Penitenciario David Viloria, no tenía régimen y la violencia era lo que reinaba.
“Aquí tengo un grupo de mujeres y hombres que me ayudan a recibir a los familiares y atenderlos. A algunos les hacemos hasta los escritos que se introducen en fiscalías, tribunales y medicina forense. También hacemos valer los derechos humanos visitando la defensoría del pueblo y los tribunales. Hay mujeres y niños que vienen de lejos para entregarle comida a los presos y luego no tienen ni donde descansar ni comer y aquí le damos asiento, agua y hasta comida cuando tenemos” esboza López cuando indica que el proceso de transformación carcelaria también depende de los familiares que son el contacto más directo de los presos.
En Las Mercedes existen dos psicólogos y dos abogados que también colaboran atendiendo a los familiares de presos. Los especialistas en conducta y procesos mentales hacen sesiones semanales con los que visitan la casona para intentar conocer el carácter de las personas que viven con la angustia de tener una familiar preso y comprender las causas de su comportamiento.
Arturo Gómez es uno de los psicólogos e indica que el cambio que ellos buscan generar no es solo para que los parientes puedan drenar las angustias que tienen, sino también para que puedan tomar mejores decisiones, orienten al preso y exista una influencia positiva correcta en el comportamiento de ambos.
Las Mercedes está abierta de lunes a viernes desde las 7 de la mañana y cierra “hasta que el cuerpo aguante” como dicen los colaboradores que hacen vida allí.
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