Huesos y alas de pollo, bofe o hígado, son algunas de las proteínas que consumen de vez en cuando
Mérida.- Cada domingo hay una historia diferente que se escucha en los alrededores del retén de Polimérida ubicado en el sector Glorias Patrias de la ciudad de Mérida, donde permanecen privados de libertad 250 personas, quienes al igual que los venezolanos que están libres, sufren los embates de la escasez de alimentos y el alto costo de la vida.
La crítica situación económica afecta al privado de libertad y a sus familiares que ante el poco poder adquisitivo o la falta de alimentos, llegan al día de visita con las manos medio vacías, pues no hay dinero para llevar tanta comida como quisieran.
Reclusos que comen dos veces al día, generalmente almuerzo y cena, pues prefieren dormir toda la mañana para ahorrarse una comida, en este caso el desayuno, es una realidad en medio del hacinamiento y las condiciones inhumanas en las que viven los 250 privados de libertad.
La pérdida de entre 5 a 10 kilos de peso es un lapso de tres a cinco meses comienza a ser el común denominador de la población penal que paga condena en el retén de Glorias Patrias, uno de los de mayor capacidad en el estado Mérida pero donde los privados de libertad duermen casi uno sobre otro.
Los familiares confiesan lo cuesta arriba que se les hace llevarle todo tipo de alimentos por el alto costo de los mismos, a lo que le suman el gasto en pasaje para trasladarse hasta el retén, en algunos casos dos veces al día y en otros entre 8 y 15 días, sólo cada día domingo.
En el retén, según lo narrado por varias mujeres, hay privados de libertad que comen pellejos de carne o pollo, huesos o alas, así como bofe o hígado.
“Usted me va disculpar porque da pena decirlo, pero de tanta hambre que pasan allá adentro, hay personas que compran “las bolsitas de pellejitos que para ellos (los privados de libertad) es una exquisitez, o bolsas de bofe o hígado y se las dan y ellos mismos las cocinan”, dijo para ilustrar el tipo de alimentación que tienen los privados de libertad.
Se sustentan con “El Carcelario”
Una mujer, a quien se le ve experiencia en el tema de las visitas, tiene a su esposo y a su hijo pagando condena en el retén de Polimérida.
A ellos les lleva verduras, arroz, harina de maíz, plátano sancochado entre otros alimentos que consiga a precio regulado y haciendo cola para comprarlos.
Vive en la ciudad de Ejido y ante la alta tarifa del pasaje del transporte público, cada dos noches le lleva la cena a sus familiares y algunos alimentos para que cocinen las demás comidas. Excluye de la cena el pan, pues refirió que el mismo está muy caro y a veces no se consigue con facilidad.
Asegura que gasta aproximadamente 60 mil bolívares cada dos días para comprar comida a sus familiares, quienes para paliar la escases de alimentos se sustentan con platos como “un atolito que prepara mi esposo que es con panela, masa de maíz y maduro, lo llama “El Carcelario”, eso lo comen y los sustenta, sobre todo si no tienen nada que desayunar al siguiente día”.
A pesar de que ella hace todo lo posible por darles comida diariamente, su hijo ha perdido ya tres kilos en un mes.
Famosa sopa de supervivencia
De los 250 privados de libertad que están en el retén, esta mujer aseguró que al menos a 70 nadie les llevan comida.
Narró que “rescatan las conchas de plátano de la basura, así como las de papa y las cocinan y hacen la famosa “sopa de concha”, ese es el único modo de sobrevivir de muchos allá adentro”, comentó al tiempo que dijo que cuando puede y tiene “les doy alguito a algunos”.
Aparte de estos 70 privados de libertad que no se alimentan bien, también están los que reciben comida pero debido a la crisis no en grandes cantidades, pues el dinero no les alcanza a los familiares para hacer grandes mercados.
Una sola comida al día
Con lágrimas en los ojos el padre de un recluso de 26 años de edad, natural de Pueblo Llano, municipio homónimo del estado Mérida, ubicado en el paramo merideño, manifestó el dolor de saber que su hijo ha perdido 10 kilos de peso en seis meses.
Este hombre agricultor, quien además trabaja como vigilante en una escuela de su pueblo, sólo puede llevarle comida a su hijo cada domingo si la disponibilidad financiera se lo permite, pues cuando no hay dinero lo visita cada quince días.
En seis meses privado de libertad, su hijo no ha comido carne, pues sólo le puede llevar arroz, pasta, cambur verde, plátanos, papa, yuca, café y “un poquito de azúcar”, dice con pena, pues para él llevarle comida a su hijo representa un gasta semanal de al menos 300 mil bolívares que no tiene, ya que depende de un salario mínimo.
Para alimentar a su hijo a veces “le pido a la gente amiga que me colabore para traerle algo más, para mi es muy difícil, sólo en pasajes de Pueblo Llano a Mérida mi esposa y yo gastamos 35 mil 200 bolívares, más el pasaje urbano lo que se convierte en 37 mil bolívares cada visita.
Cuando pasan tres horas de camino y llega al retén de Glorias Patrias, entrega la comida y luego entra a la visita, este hombre escucha de su hijo que “come una sola vez al día para que le rinda la comida, cocina de madrugada para tener la comida del día y cuando se le acaba la comida, está a expensas de lo que los demás le quieran o puedan dar”, confesó.
“A veces me llama y me dice: mami tengo hambre”
Vestida con una franela blanca y marcada en su antebrazo derecho, sentada frente al retén espera una mujer la hora de la visita para ver a su hijo que paga condena de 10 años en este centro de detención preventiva.
Ella es de Tovar, viaja a Mérida cada vez que puede y le lleva a su hijo “un poquito de arroz y plátanos”, pero no sabe en realidad cuando gasta en comprar comida porque “yo lo que hago es que si tengo un kilo de arroz en casa le saco medio kilo a él, así con la pasta y cuando puedo traerle el kilo completo lo hago, cuando no, solo lo que saco de la casa y los plátanos que me los da el papá que tiene una parcela de plátanos”, confiesa con tristeza, pues en tres años detenido su hijo ha perdido 45 kilos.
Durante las protestas de abril a julio esta mujer no pudo visitar a su hijo y en esos meses él se alimentó de conchas de plátano que dejaban los demás reclusos y de alguna comida que le daban.
Para que su hijo pueda tener comida al menos cada semana, ella gasta en pasaje para trasladarse de Tovar a Mérida aproximadamente 15 mil bolívares, dinero que es un gasto no previsto en su presupuesto, sobre todo ahora que está desempleada.
“A veces me llama y me dice: mami tengo hambre, es muy crítica la situación allí adentro”, dijo esperanzada en conseguir que a su hijo lo trasladen al Centro Penitenciario de la Región Los Andes (Cepra) porque “allá tiene comida garantizada, además que los colocan a hacer actividades y no están hacinados como aquí y sin hacer nada”, aseguró.
La falta de alimentación le ha producido gastritis a su hijo quien recibió asistencia médica pero no come bien, pues cuando se le acaba lo que su mamá le lleva, “come es un poquito de lo que le dan, una cucharada de una cosa, otra de otra y así, pero nunca come bien”.
Beben agua de tubería
Actualmente en el retén de Polimérida los familiares pueden llevarle cualquier alimento a los privados de libertad, a excepción de naranjas, pues según dijeron algunos familiares, los reos fermentan las conchas para hacer guarapos estilo bebidas alcohólicas.
Comentaron los familiares que hubo un tiempo en el que fue prohibido el ingreso de pollo con hueso o pescado, pero luego de varios meses esa medida quedó sin efecto.
Nadie le lleva jugo a sus familiares, primero porque la fruta está cara y segundo porque no se consigue azúcar y cuando aparece tiene precios elevados.
Así las cosas, la gran mayoría de los privados de libertad toman sólo agua y de la tubería porque no les suministran ni agua filtrada, hervida o mineral.
Los alimentos crudos, es decir, sin cocinar que llevan los familiares, los guardan los privados de libertad en bolsas plásticas o fundas de almohadas que colocan al lado del lugar en el que duermen, pues el hacinamiento es a tal punto que no cuentan con una mesa o un estante para guardar los alimentos.
A los Polimérida hay que darles una “bendición”
Familiares de privados de libertad que dijeron que con esfuerzo y sacrificio compran la comida para alimentarlos, denunciaron que efectivos de Polimérida siempre piden “una bendición”, lo cual no es otra cosa que comida.
Aseguraron cuatro mujeres de El Vigía que por llegar unos minutos tarde al horario de entrega de comida han tenido que darle a los policías media panela, una arepa, comprarles pan, jugo o refresco, pues eso es lo que piden para poder pasarles la comida a sus familiares.
Denunciaron que los Polimérida no pasan la comida completa, abren los enlatados, los revisan con las manos sin guantes y luego el contenido lo vacían en una bolsa transparente, obviando los recipientes plásticos y transparentes lo que consideraron antihigiénico y generador de enfermedades, “porque ellos manosean la comida que nosotros llevamos”, aseguraron.
“Si uno llega tarde porque el bus se retrasó o porque se complicó el viaje y quiere que le pasen la comida a su familiar, hay que darle una bendición que es un pan, un jugo, un refresco y ya ahí van como 20 mil bolívares porque un pan cuesta 12 mil bolívares, a veces deja de pasarle uno el pan al familiar para dárselo al policía que tiene un sueldo y pueden matar sus antojos”, dijo una joven que tiene recluido a su esposo.
Al retén de Polimérida en el sector Glorias Patrias los familiares de los privados de libertad llevan la comida en envases o bolsas plásticas transparentes y aunque muchos conservan los envases y la cuchara con la que comen, hay decenas de reclusos que comen con las manos y en bolsas plásticas porque o nunca los han visitado sus familiares o porque no tienen como suministrarles esos artículos para comer.
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