
Jesymar Añez Nava/ UVL Monagas
Maturín.- La ausencia de un programa de atención al recluso durante una contingencia eléctrica quedó demostrada en marzo cuando todo el país sufrió por los apagones. En Monagas, los detenidos aguantaron calor y hambre, pero también quedaron expuestos a más enfermedades respiratorias ante el constante uso de los llamados mechuzos.
Los mechuzos son una especie de lámparas artesanales hechas con un
envase de lata en la que al fondo se colocan piedras, arena y gasoil; pueden
durar tres horas o más dependiendo de la recarga con el combustible. Su uso es
frecuente en los calabozos de la Policía del estado Monagas (Polimonagas), el
principal centro de detención preventiva de este estado oriental donde a
finales de enero de 2019 había 510 detenidos. Allí, son encendidos para
mantener el control visual de las tres áreas de reclusión: el anexo femenino,
la puerta blanca y el rastrillo.
Aunque Una Ventana a la Libertad no tuvo acceso a los espacios de Polimonagas, funcionarios aseguraron que esta ha sido la única forma de iluminar todos los calabozos ante la ausencia de una planta eléctrica. Familiares afirman haber visto las latas en todos los espacios del centro de detención y aunque no tienen cifras exactas, saben que siete presos están en condición crítica tras el uso de los mechuzos. Son aquellos que están más cerca de las lámparas. Ninguno ha sido atendido por algún médico a pesar de la solicitud que han hecho sus allegados.
Afuera la preocupación es que aumenten los casos y que las autoridades policiales sigan haciendo caso omiso, violando los derechos a la salud y a la atención médica con los que cuentan los privados de libertad. «Cuando se va la luz todo queda oscuro, nadie se ve, el espacio es cerrado y el calor es muy fuerte», narra la madre de un joven de 16 años de edad detenido y quien prefirió resguardar su identidad porque trabaja en una farmacia.
La Policía del estado Monagas está ubicada en la avenida Bella Vista, en la zona oeste de Maturín, y forma parte de uno de los circuitos que reciben suministro eléctrico desde la subestación El Indio, que por presentar una avería ha obligado a que el racionamiento sea de hasta 10 horas continuas en la mañana o en la noche.

En la Policía del estado Monagas (Polimonagas) los detenidos han perdido comida ante la falta de refrigeración, por lo que sus familiares han tenido que cambiar el tipo de alimentos que les entregan
Reclusos sin comida
Los apagones también afectan la preparación de la comida: las cocinas son eléctricas. A los detenidos no les queda otra opción que aguantar el hambre o esperar a que sus familiares les lleven comida ya preparada, pero eso es algo que cada vez es menos factible ante los costos que esto representa.
Por ejemplo, pagar un taxi puede suponer un gasto de 10.000 bolívares
soberanos dependiendo de la distancia. Para usar el transporte público se
requieren 1.000 bolívares soberanos para hacer los dos viajes, pero la
frecuencia de las unidades es baja. Hay quienes hacen el sacrificio y por lo
general son familiares cuya única misión es esa y no representa el común
denominador.
La mamá del adolescente detenido le prepara caraotas y lentejas con
arroz o casabe. Además, le lleva agua potable a diario porque en la policía no
hay para el consumo. El pozo fue reparado, pero el líquido se usa solo para el
aseo personal; hay reclusos que la toman pero luego de hervirla.
En los calabozos de Polimonagas también se ha dañado la comida. La
carne, el pollo y el pescado se han descompuesto ante la falta de
refrigeración. Por ello, los privados de libertad con mejores posibilidades
económicas dejaron de recibir este tipo de alimentos. Ahora los sustituyen con
granos y sardinas previamente saladas.
Luisa Jiménez hace así. Su hermano tiene seis meses detenido por
robo y desde entonces viaja todos los días desde Temblador, municipio
Libertador, para entregarle la comida. Cuando la sardina comenzó a dañársele
por falta de refrigeración optaron por salarla y dársela así. Tiene otra
preocupación, su pariente contrajo una infección respiratoria en este tiempo.
Tiene tuberculosis pulmonar. Está recluido junto a un privado de
libertad con esa afección pulmonar. Teme que la vulnerabilidad de su sistema
inmunológico lo haga contraer un virus por el que están padeciendo varios
detenidos que los hace tener vómito, fiebre y diarrea al mismo tiempo.
«Los reclusos no pueden purificar el agua porque las cocinas son
eléctricas y por eso se están enfermando tanto. Además, no tienen cómo
refrigerar la mayoría de los alimentos y eso influye en su salud», relata.
Teresa Rodríguez también modificó la forma de entregar los alimentos.
Tiene dos años visitando a su hermano y desde el primer apagón optó por comprar
la comida un día antes para llevarla. Como su familiar no tiene nevera en el
calabozo, le prepara un bolso con cosas que no se dañen como pasta, arroz y
granos.
Vacuna por usar el celular
La comunicación con los detenidos ha sido fluida, por lo menos así lo manifestaron los familiares consultados por Una Ventana a la Libertad para este informe. Aseguran que las veces que ha fallado es porque las plataformas de Movilnet, Digitel y Movistar se han caído.
Algunos de ellos esconden los celulares de los policías para que estos
no se los arrebaten cuando hay una inspección, pero hay otros que están
obligados a cancelar una especie de «vacuna» para tener este
privilegio. La esposa de un preso, quien pidió resguardar su identidad por
seguridad personal y la de su marido, asegura que pagó en dólares para que él
tuviese ese beneficio.
En marzo ofreció 10 dólares a un funcionario de seguridad por ello. No
se los entregó en efectivo, lo que hizo fue pagar el equivalente en moneda
nacional que para ese entonces estaba entre 3.000 y 3.500 bolívares soberanos
por cada dólar.
«También se le paga algo a los líderes para pasar el celular y así
estamos en comunicación con ellos. Por eso es que no están aislados del todo y
al tener un celular están conectados no solo con nosotros sino también que
saben lo que ocurre en todo el país», agrega otra familiar.
El policía se adapta
Trabajar sin luz los hace estar alertas. Los policías que están encargados de mantener el orden en los calabozos aseguran que al quedar todo en silencio es más fácil percibir aquellos sonidos que no detectan cuando hay energía eléctrica.
Los funcionarios se adaptan. Aplican un plan de contingencia para
atender esta situación, que pasa por redoblar la seguridad hasta la colocación
de los mechuzos para mantener iluminadas las áreas. Cuando no hay luz, se
redobla la cantidad de uniformados por espacios, especialmente durante la
noche.
En medio de los apagones, la directiva solo activó un plan de
contingencia para agilizar los trámites administrativos con una planta.
Entonces, solo hay luz en las áreas administrativas de la Policía del estado
Monagas y el resto queda sin energía durante el tiempo del corte.
Las visitas no han sido modificadas, siguen siendo los miércoles y
sábados. Solo hubo más régimen en la entrega de las comidas, exigiendo más
puntualidad a los familiares, que debían respetar la hora que imponen los funcionarios.
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