Por ausencia de servicios públicos algunos presos y policías presentan pelotas de pus en la piel

Angélica Lugo/ UVL Gran Caracas

En el calabozo masculino de la comisaría de la Policía Nacional Bolivariana, ubicada en la parroquia El Valle, en Caracas, los 82 presos que están hacinados en esa celda que mide 5 x 4 metros hacen peripecias a diario para dormir, comer, hacer sus necesidades y hasta para respirar más tranquilos. Pero cuando falta la luz y el agua sus condiciones se agravan.

Al otro lado del teléfono está un recluso que atiende la llamada de Una Ventana a la Libertad. Este hombre de 34 años de edad tiene un año y dos meses preso en ese centro de detención preventiva por el delito de robo agravado. Aunque su lugar de reclusión asignado es el Centro Penitenciario Rodeo III, ubicado en Guatire, estado Miranda, continúa allí a la espera de su traslado a la cárcel, como casi la mitad de la población penitenciaria en el país.

“Cuando no tenemos agua, ni luz, lo que hacemos es sobrevivir madre. Cuando no hay luz la situación es crítica. La mayoría de los presos que estamos aquí nos ayudamos con varias cocinas eléctricas que tenemos en el calabozo y cuando no hay agua, la calor es peor porque no tenemos opciones para hacernos el aseo, para tomar agua y para uno ducharse, aunque debido a esta crisis los funcionarios les exigen a nuestros familiares que para venir a visitarnos nos traigan agua en botellas de cinco litros, o en pimpinas de refresco”, relató el recluso.

A este preso le preocupa las malas condiciones de salubridad que hay en el calabozo de hombres en la comisaría de la PNB de El Valle: “La mayoría de los muchachos que están en esta celda tienen enfermedades en la piel y pelotas de pus, que aquí le decimos nacidos (…) Nosotros estamos con un privado de libertad que tiene sida, hay uno que sufre de esquizofrenia, pero nadie recibe atención porque los policías no se dan abasto. Hay uno de los funcionarios que es el encargado de llevarnos a las duchas todos los días y él también tiene nacidos en la piel”.

Este recluso fue apresado hace un año y dos meses junto con dos amigos que son “causa” de él. Pero solo uno de ellos está detenido en la PNB de El Valle, el otro interno está en la sede de la Policía Nacional ubicada en boleíta que también es conocida como la Zona 7 de la extinta Policía Metropolitana. En más de dos años de seguimiento a los centros de detención preventiva Una Ventana a la Libertad ha confirmado que ese calabozo policial es uno de los más críticos en cuanto a hacinamiento y condiciones de reclusión. El preso entrevistado para este boletín así lo confirma también.

“Nuestro compañero está peor que nosotros. Aunque el calabozo de nosotros es oscuro, al menos nos entra un poco de luz cuando los funcionarios abren el portón de esta policía. Pero allá nunca se ve la luz del día. Nosotros llegamos a estar allí, pero hace siete meses nuestros familiares pagaron a los policías por nuestro traslado y estamos aquí, en medio de este caos, más tranquilos”, relató el preso.

Las interrupciones en el servicio eléctrico y en el servicio de agua potable también dejan secuelas en la población penitenciaria que está en los calabozos policiales. El recluso entrevistado por UVL asegura que lo más difícil para él ha sido paliar la sed: “Nosotros hemos contado los días que hemos estado sin nada de agua y hubo una oportunidad en el mes de marzo que pasamos 10 días seguidos sin una gota de agua. Uno con toda esta crisis se ha acostumbrado a paliar el hambre y engañar el estómago, pero la sensación de sed y la desesperación que nos genera es incontrolable”.

Aunque la población penitenciaria de este calabozo policial se las ingenia para cocinar y para compartir los alimentos, cuando no hay luz no pueden hacer nada. Además, para que puedan recibir comida de sus familiares, bien sea comida cruda o por cocinar, cada pariente de ellos debe cancelar 1.000 bolívares diarios para verlos 15 minutos, pero no siempre sus madres o esposas tienen el dinero o la posibilidad de hacer largas colas en bancos o cajeros automáticos para retirar el efectivo.

En la sede de la PNB de El Valle hay dos espacios que fueron habilitados para que las reclusas y los presos tengan baños independientes, pero cuando no hay agua, los internos hacen sus necesidades en papel periódico o en bolsas.

El testimonio con este recluso fue posible pues tiene un teléfono celular. Para poderlo ingresar pagó 10 dólares a los funcionarios de la Policía Nacional.

En Polizamora se abastecen para las contingencias

En la Policía Municipal de Zamora, ubicada en Guatire, estado Miranda, el primer mega apagón registrado en el país les sirvió de experimento para tomar todas las previsiones que les permitan sortear imprevistos durante las contingencias.

El único incidente que han tenido en esa policía fue que, durante el primer apagón, un recluso se quemó uno de los pies cuando intentaba cocinar en medio de la oscuridad. Pero en la actualidad en Polizamora tienen una planta eléctrica y, cuando no hay agua, los funcionarios llevan camiones cisternas.

 “Yo trato de conseguirles a ellos su cisterna y que nunca les falte el agua. Afortunadamente tenemos alianza con un señor que nos abastece de agua y nosotros le damos comida en el comedor. Aquí en el comando tenemos una planta eléctrica. Cuando no hay luz, ellos salen a cocinar afuera y sus familiares les traen alimentos crudos y ellos por esa parte se quedan tranquilos los internos”, explicó uno de los funcionarios entrevistados.

En Polizamora actualmente hay 100 presos masculinos distribuidos en un espacio que tiene capacidad para albergar a 50 personas por un lapso de 48 horas. En la celda de mujeres hay 11 internas.

Una situación similar se replica en los calabozos policiales de la Policía Municipal de Chacao y en la Policía del Municipio Ambrosio Plaza, ubicada en Guarenas, estado Miranda. En ambas sedes policiales también cuentan con planta eléctrica y han realizado las gestiones para surtir de agua los comandos con camiones cisternas.

En el caso de Polichacao logran abastecerse de agua con ayuda de los bomberos, refirió una fuente extraoficial.

“Si no les llevamos agua los viernes, no podemos visitarlos”

La escasez de agua en Caracas impuso una norma en el submundo carcelario que el hacinamiento ha trasladado a la subdelegación del Cicpc de Simón Rodríguez. A las esposas y madres de los reclusos que están en ese centro de detención preventiva ahora también les preocupa no tener cómo trasladar botellas con agua para que sus parientes puedan asearse.

“Si no les llevamos agua los viernes, no podemos visitarlos los sábados. Ya tenemos más de cinco meses con esta situación. Los viernes en la tarde tenemos que llevarles, como mínimo, una botella de cinco litros para que ellos se aseen para la visita de los sábados. Aunque solo nos permiten verlos 15 minutos, la orden este que estén aseados para recibirnos”, explicó la madre de uno de los detenidos que está en esa comisaría de la policía científica.

La mujer declaró a Una Ventana a la Libertad que el tener que llevar agua a la policía la obliga a invertir dinero en taxis o mototaxis, pues se le hace difícil trasladar ropa, alimentos y agua en transporte público.

La crisis en los servicios básicos es aún más cuesta arriba en los calabozos policiales. Los funcionarios, en lugar de trabajar en sus funciones de patrullaje y de investigación, en la actualidad no solo deben cuidar presos. También deben hacer las diligencias para lograr abastecer las sedes policiales de agua y también para lograr tener plantas eléctricas.

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