«Polipresos» de Lara disfrutan más que los reos comunes el Día del Padre

Privados de libertad de la Comandancia General no festejan con los mismos beneficios que tienen los exfuncionarios

El Día del Padre en los calabozos de la Comandancia General de la Policía del estado Lara (Polilara), mejor conocida como «La 30», no se celebra para los privados de libertad comunes. La rutinaria visita de 45 minutos con la entrega de alguna comida especial se efectúa sin mayor novedad; madres, hermanas o esposas sin regalos o algún presente dan las felicitaciones a los presidiarios padres y algunos mensajes telefónicos de sus hijos menores de edad son parte de las particularidades que realizan este día.

«Aquí no les hacen fiesta ni nada por el estilo. Si acaso dejan entrar a un niño, pero todo depende si (los jefes del cuerpo policial) permiten la entrada de los chamos, pero del resto nada qué ver. Aquí se hace una o dos visitas al año para que entren los niños y ya hubo una en febrero» es el resumen, con cierto desgano y queja, que hace  Beatriz Pineda cuando se le pregunta si en «La 30» se festeja o se realiza alguna celebración para los privados de libertad.

Beatriz, morena, de mediana estatura, desprolija en su vestir, con tres bolsos en sus dos hombros, está a escasos 40 metros de los calabozos de la comandancia junto a dos de sus tres hijos. Confiesa que ya se anotó en los listados para ingresar a ver a su esposo de 33 años y que está privado de libertad desde hace 4 años por robo agravado. La dama busca espacio en una acera para dejar los morrales, acostar a su bebé de 8 meses de nacido porque está dormido y sentar a su hijo de 10 años, quien es el encargado de cuidar los bolsos y al pequeño mientras ella ingresa a ver al papá de las criaturas. «No tengo quién me los cuide y por eso tengo que traérmelos. Mi hijo mayor de 15 años está en clases y es quien me ayuda», aclara.

En la Comandancia General de Polilara existen 246 privados de libertad que están distribuidos en cuatro pabellones; con capacidad máxima para 230 presidiarios, es decir, hay 16 reos más de lo permitido (según cifras aportadas por fuentes policiales hasta finales de mayo de 2018). Beatriz, al igual que la mayoría de las mujeres que acuden a «La 30», ve a su familiar preso en un área común. Previamente se anota en un listado que manejan los funcionarios para el ingreso por lotes no mayores de 40 personas y en cada jornada se forman de 3 a 4 lotes. El pase de los deudos se realiza los miércoles y viernes después de la 1 de la tarde mientras que los domingos son desde las 8 de la mañana hasta las 11.

La mujer morena, así como las demás, para poder ver a los detenidos debe colocarse una franela, camisa o blusa sin escote de color rosado y no puede llevar bolsos ni nada parecido. La cédula de identidad de quien ingresa es lo único que pueden portar en la mano y la deja a los policías que fungen como custodios en la entrada de los calabozos. Muchas de las damas que acuden a la visita, también le llevan comida a los reos y esta debe ser entregada en envases de plásticos y en sacos grandes que obligatoriamente deben estar identificados con el nombre, apellido y número de pabellón en el que se encuentra el detenido. Ese era uno de los 3 bolsos que llevaba consigo Beatriz. Ella lo entregó dentro del horario permitido de entrega que es desde las 11 de la mañana hasta la 1 de la tarde.

«Mi marido tiene un teléfono allá adentro (en el pabellón) y con eso él puede hablar con los niños. Yo algunas veces le mando fotos o videos de los niños, pero a otro teléfono que tiene otro privado porque el que tiene mi esposo no recibe ese tipo de cosas», expresa Beatriz, cuando detalla los métodos que aplica para que el privado de libertad pueda saber de sus muchachos.

La visita que acude a la Comandancia General de Polilara es mayormente femenina. Del total que acudió el día que “Una Ventana a La Libertad” (UVL) estuvo allí, se contabilizaron al menos 23 mujeres con sus hijos como compañía. Todos menores de edad, incluidos tres recién nacidos, que eran dejados en brazos de acompañantes o acostados en una acera, como lo hizo Beatriz. Hay otros que no superan los 15 años, que se conocen desde hace tiempo y con envases de plástico juegan al fútbol en las calles mientras su familiar ingresa a pabellón y sale para retirarse del lugar.

Adelaida González, madre de un privado de libertad por porte ilícito de arma de fuego, dice que su muchacho tiene un hijo de 3 años y en febrero cuando se registró la primera visita de niños en «La 30» compartió con él «y estuvieron jugando con la pelota, se tomaron fotos y comieron juntos». La señora de unos 45 años y que es oriunda de El Manzano, zona sur de Barquisimeto, explicó que fue ella quien le llevó el hijo al privado de libertad porque la madre «no quiere nada» con el reo.

«Él pregunta mucho por el niño. Aquí hacen muchas manualidades y unos amigos se las venden en la calle, y ese dinero mi hijo preso se lo da a su exmujer para que le compre de comer al hijo y le pueda comprar ropa. Antes se podía hacer bastante con esa platica, pero ahora si acaso para la comida», relata «Leida», como le dicen las otras madres de presos a Adelaida.

Beneficios que molestan

En «La 30» existen al menos 30 privados de libertad que fueron funcionarios de la Policía del estado Lara que incurrieron en diferentes delitos y que se encuentran allí cumpliendo su proceso penal. Las mujeres de los reos «comunes», como ellos se definen, expresan su molestia cuando se refieren a los beneficios que estos gozan.

«Ellos todos los domingos reciben a sus mujeres y a sus hijos. Algunos juegan en la cancha deportiva que está a un costado de los pabellones en plena entrada del lugar y pueden salir del área de visita para recibirlos sin problemas. Ellos comen helados que les llevan; ingresan juguetes y algunos hasta salen hasta la calle (parte exterior de la comandancia) a compartir. Venga un domingo y usted puede ver cómo es esto, como una fiesta», expresa a UVL con mucha fuerza «La Catira» otra esposa de privado de libertad cuando compara los beneficios que tienen los «polipresos» o «polichoros» como los tildan.

Las familiares de los privados de libertad explican que los beneficios que reciben los expolicías no sólo consiste en recibir a sus esposas e hijos, sino que también «algunos pueden hasta salir a hacer diligencias sin ningún tipo de impedimento y recordaron el caso de «polipreso» que sorprendieron en noviembre de 2017 cuando estaba viendo un juego de la Liga Sudamericana de Baloncesto (LSB) que se llevaba a cabo en el Domo Bolivariano. En esa oportunidad, Germán Elí García Uribarrí, se encontraba privado de libertad en «La 30» por el delito de extorsión, secuestro breve, uso indebido de arma de fuego, robo agravado y asociación para delinquir.

Según reportaron medios locales de esas oportunidad, García Uribarrí, «era muy amigo del Supervisor Jefe de Polilara, Edwar Enrique Castro Rivero, quien precisamente estaba de jefe de servicio en los calabozos de la 30.

El 18 de noviembre de 2017, Castro Rivero, quien vestía una bermuda y franelas, estaba saliendo del comando en compañía de García Uribarrí, quien cargaba blue jeans y una franela roja, ambos se fueron a disfrutar del juego de Guaros de Lara, el equipo de baloncesto profesional de la región. A los minutos que estaban allí, funcionarios del Conas llegaron hasta el estadio y apresaron tanto al «polipreso» como al activo.

«No dejen a sus hijos en el infortunio»

El sacerdote Juan Bautista Briceño es el coordinador de la Pastoral Penitenciaria de Lara que está iniciando labores en la región luego de estar inactiva por varios años. Esta organización se encarga de brindar apoyo al privado de libertad tanto en lo anímico, religioso y hasta en lo alimenticio «cuando se puede» como lo aclara el también párroco de la iglesia San Juan Bautista del municipio Palavecino.

Briceño, quien trabaja junto a 8 personas más en la Pastoral, explica que a los privados de libertad y a los familiares les inculca la fe en el padre Dios con la intención de que sirva de ejemplo a los niños y así «no dejen a sus hijos en el infortunio por el que pasa el preso o sus familiares».

«Lo primero que se le recomienda a los privados de libertad es que ellos tienen arriba en el cielo a un padre que es Dios y que vela por ellos a pesar del infortunio, pero también ese padre vela por sus hijos y es por ellos que deben rezar por la protección de sus hijos», detalla Briceño al especificar el mensaje que desde la Pastoral Penitenciaria difunden en cada visita a los Centros de Detención Preventiva y Centros Penitenciarios que visitan.

El sacerdote enfatiza en que los privados de libertad que son padres deben pensar en el futuro porque «así podrán planificar su reinserción en la vida para que sirvan como ejemplo para sus hijos y con las ganas de brindarles educación para que no cometan los errores que ellos ya cometieron». Pero el católico acota que no sólo el mensaje va destinado a los presidiarios, sino también a los familiares, esposas y madres para que el apoyo a los hijos sea el más completo posible.

«Hay que hacerles entender a los familiares y a sus esposas que los reos no son desecho humano. Ese mensaje hay que aclarárselo a los hijos porque a ellos hay que hablarles con el sentido del entendimiento. A los pequeños hay que hacerlos entender que su papá está privado de libertad  y que tiene una dignidad muy grande que Dios se la ha dado y que no se ha perdido por cometer un delito. También hay que enseñarlo a que rece por su papá para que él encuentre la verdad en Dios y en la vida, y hay que enseñarlo a trabajar para que tengan un mejor futuro; no hay que separarlo de la realidad.

La Pastoral Penitenciaria apoya a la mamá y a la familia. «Se les orienta y se les entiende la situación en la que están y a partir de allí se les brinda atención», explica parte de las labores que hacen en el grupo. «Ayudamos a la esposas y madres a ubicar a los presos que son trasladados luego de los motines. Estamos pidiendo ingresar a los centros penitenciarios para ayudar no para hacer política  ni para tomar fotos», cierra Briceño.

Equipo UVL

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