El amor revivió en La Tumba

Entrevista a María Gabriela Medina, novia de Lorent Saleh, preso político

Carol Carrero Marrero

María Gabriela Medina jamás imaginó que un tweet detonaría el amor, a prueba de aislamiento celular, en su vida. A punto de graduarse en Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana, los dos últimos años de su carrera los ha pasado aprendiendo cómo digerir ser la novia de Lorent Saleh, uno de los presos políticos que más tiempo ha pasado encerrado en la sede del Sebin denominada “La tumba”. La intensa experiencia que le ha tocado vivir, le ha enseñado cómo hacerle muecas, dentro o fuera de un calabozo, como espectadora de primera fila a la realidad nacional, que día a día abofetea el ejercicio de los derechos cívicos y políticos de cualquier estudiante librepensador que no quiera encajonarse en el embudo ideológico de la revolución.

“Tenía un profesor de la universidad al que Lorent seguía por la red social twitter. Un día le dio reenviar a un comentario que escribí sobre las elecciones de diciembre de 2013. Contrario a lo que opiné, me respondió Lorent desde Costa Rica. Así comenzó nuestro contacto. No tenía ni idea de que era el fundador de la organización Operación Libertad. Como me respondió me metí en su perfil y vi que tenía más de 40 mil seguidores, y en entonces me dije ¿y quién es este? Entonces me enteré que había emprendido una importante lucha pacífica por la liberación de los presos políticos en Venezuela, logrando en el año 2011, a través de una huelga de hambre de 23 días ante la sede de la OEA en Caracas, una mediación efectiva que resultó en la liberación de 7 presos políticos venezolanos, y la atención médica y beneficio para muchos otros.

Después de otros tres comentarios que intercambiamos me siguió y continuamos debatiendo por privado. Duramos 8 meses intercambiando ideas sobre los temas que como jóvenes y por nuestras áreas de estudios nos inquietaban: democracia, libertad, el futuro de los jóvenes en este país, historia, filosofía, poesía… Eso fue lo que nos conectó hasta que nos conocimos en persona y en agosto de 2014 nos hicimos novios”.

Ella caraqueña criada en Guárico y él nacido en San Cristóbal de pasadas en Caracas, les conectaban las experiencias de sus vivencias en el interior del país, el destete materno en busca de nuevos horizontes y la ciudad. Poco les duró el idilio en libertad porque al mes siguiente, en septiembre, fue detenido arbitrariamente por el gobierno de Colombia y entregado a Venezuela sin ningún sustento procesal.

“Cuando me enteré de la noticia sentí pánico porque sabía que Lorent había salido de Venezuela, a mediados del 2013 porque  el gobierno lo perseguía. Durante dos semanas no supimos nada de él, ni siquiera dónde estaba. El Sebin tiene como modus operandi que al principio no te dicen dónde está el detenido. El estuvo incomunicado. Luego, pasaron ocho meses para que lo pudiera ver en la sede del  Sebin de Plaza Venezuela. Durante ese tiempo solo lo podían visitar su mamá y su abuela, que viven en Valencia, dos veces a la semana.

El encuentro en la tumba

– ¿Qué experimentaste la primera vez que entraste a la tumba?

– En ese momento tenía 23 años. Fue muy impactante para mí y tardé unos días en procesarlo del todo. Cuando lo recuerdo  me conmueve. Ese día estaba muy nerviosa porque era la primera vez en mi vida que entraba a algún recinto del SEBIN o de cualquier otro organismo de seguridad. Después de ingresar a esa torre ubicada en la Zona Rental de Plaza Venezuela, había que bajar tres pisos en un ascensor, siempre custodiada por un funcionario de seguridad del edificio, que siempre estaba armado. Luego había que cruzar todo un sótano caminando, para entrar a un área que cerraba una inmensa puerta de seguridad. Desde la entrada de “La Tumba” hasta el área de la visita debíamos pasar por cuatro puertas de seguridad muy gruesas y pesadas.

A medida que pasaba esas estructuras, sentía como iba  cambiando todo el ambiente. Como me iba alejando cada vez más de la realidad y me adentraba a un espacio inerte, helado, incoloro y completamente silencioso. Sientes como poco a poco vas dejando el control de tu vida detrás de cada portazo. Cuando estás en la tumba, en ese sótano bajo tierra, sientes que estás en el fin del mundo, en un lugar muy apartado en el que podrían hacerte lo que quieran sin que nadie lo sepa o pueda ayudarte. Estaba muy asustada, pero sabía que iba a salir de ahí porque su familia ya tenía casi 8 meses visitándolo dos veces cada semana”.

– ¿Cómo fue ese primer encuentro?

– En esa oportunidad pude visitar a Lorent y a Gabriel Valles al mismo tiempo. Tenían 8 meses sin ningún tipo de estimulación sensorial. Estaban los dos en la sala y la sensación que me dio fue ver a dos jóvenes muertos en vida. Los dos estaban mucho más pálidos de lo que los recordaba. Ambos me sonrieron apenas me vieron. Lo primero que hice fue abrazarlos a ambos, no podía creer que los tenía frente a mí. y a los pocos minutos fue inevitable que comenzáramos a hablar de todo lo que habían vivido. Fue allí cuando comencé a darme cuenta de todos los efectos psicológicos de ese encierro. Habían perdido el recuerdo de lo que era interactuar con otra persona de su edad. Yo me tragué todos los sentimientos encontrados. Después me contaron que la primera vez que los visité se sintieron muy mal por hacerme pasar todo eso.

– ¿Cómo permitieron que pudieras ver a Lorent?

– Cuando Lorent tenía cinco meses de aislamiento celular, en febrero de 2015, emprendió una huelga de hambre por 18 días. En los días finales de esa huelga entró la defensoría por primera vez, a ayudar en el proceso de mediación. Lo que exigía era el respeto a sus derechos humanos y el cese de las torturas. El Sebin se comprometió en permitirles alguna llamada telefónica, subirlos al sol, tener un reloj, pero no cumplió nada de eso. Pasó el mes de marzo y todo siguió igual. Ahí Lorent en menos de un mes atentó dos veces contra su vida. Como hay cámaras de seguridad por todos lados, los custodios se percataron y pudieron reaccionar a tiempo. Fue sólo ante esa situación en la que finalmente, el Sebin, accede a algunas de sus peticiones, entre las cuales había pedido que pudiera pasar yo a visitarlo regularmente.

– ¿Podrías traducir cómo se percibe el aislamiento celular?

– Es un proceso absolutamente agresivo y despiadado que busca quebrar completamente a una persona a nivel físico, mental y espiritual. Permanecer confinado en una nevera de unos seis metros, con luz artificial las 24 horas, aislado e incomunicado, es algo que causa un constante dolor y sufrimiento. Es un confinamiento que te altera los nervios, que te hace perder todo sentido de la realidad. Ahí buscan arrancarte todo lo que te hace humano. Te humillan, te denigran y te mantienen en un estado constante de amenaza, pánico y angustia. Buscan hacerte olvidar lo que es la vida misma. Es verdaderamente devastador… Te degrada la esperanza y la capacidad de soñar.

El amor se coló en la tumba

María Gabriela escucha con atención sin estropear ninguna frase de su interlocutor. Se da el tiempo necesario para observar con detenimiento cada gesto, para detectar cualquier sonido, para degustar con una delicada pausa cada sorbo de café. Es una joven tesista de 25 años que destila serenidad. Al pedirle que nos describiera el amor en la tumba, respondió: “Nuestro amor y nuestra conexión fueron la tabla de salvación para soportar todo lo que vivimos mientras Lorent estuvo en ese lugar. Para una persona privada de libertad, las visitas y el contacto con los seres queridos son una fuente de aliento para seguir resistiendo.

Cuenta que en las visitas, siempre trataba de transmitirle mucho cariño y calidez, de llenar esos espacios de inmenso vacío que sentía en La Tumba. Siempre trataba de hacerlo reír, de hablarle de miles de cosas, importantes o sin sentido. De motivarlo y hablarle de los temas que nos gustan y que compartimos, de ayudarlo a pensar en otras cosas distintas a todo ese horror. Y haciendo todo eso, nos comportábamos como cualquier pareja de nuestra edad, sin importarnos que nos rodearan las cámaras, los micrófonos, los funcionarios o el frío. Allí también nacieron poemas.

“Viéndolo en retrospectiva, el amor en la tumba fue algo revolucionario, porque ese es un ambiente creado para matar todo lo humano, para matar cualquier tipo de calidez. Y aun así, fuimos capaces de mantener nuestra relación por 26 meses con todos los funcionarios del SEBIN en primera fila observándonos, desde el Director de esa institución, hasta los custodios, y quien sabe cuántos funcionarios más de los que incluso no sabemos.

A mí nunca me dio miedo, y tampoco me dio vergüenza tener una relación delante de tanta gente, sabiendo que éramos completamente vigilados. Al final, todos somos humanos, aunque a veces no lo parezca”.

Qué se gana y qué se pierde

Lorent Saleh en octubre de 2016 fue trasladado al Sebin Helicoide. Lo acusan de expedición indebida de certificaciones falsas, facilitación de ingreso ilegal de extranjeros y falsificación de documentos y está imputado de conspiración. Desde el 2014 le han diferido 37 veces la audiencia preliminar. Su novia expresa que a lo largo de todo este tiempo, como toda pareja, han tenido altos y bajos. “La situación política del país nos afecta directamente por ser Lorent un preso político. Cuando él está mal, yo me siento muy intranquila. Lo admiro por su fortaleza, por su inteligencia. A pesar de los impactos emocionales que ha sufrido no ha cambiado su manera de pensar. Por el contrario, ha aprendido mucho.

– ¿Qué significa para una joven decidir acompañar sentimentalmente a un preso de conciencia?

-Significa decidir afrontar un reto enorme y con un gran nivel de compromiso, del que además no sabes qué esperar. Dentro de esta situación vivimos constantemente en la incertidumbre de no saber qué va a pasar a nivel político o, Dios no lo quiera, si se va a presentar algo dentro del centro de reclusión. Estamos literalmente en sus manos.

Pasar por esta situación requiere de un sacrificio enorme, la vida te cambia completamente. No es fácil soportar una injusticia tan grande, no es fácil observar a la persona que amas, y que además es inocente, ser torturada de esa manera y no poder sacarla de ahí. Acompañar sentimentalmente a un preso de conciencia implica también que tienes que llenarte de mucha fortaleza  y que tienes que ser muy pero muy solidaria. Significa decidir estar siempre ahí por más difícil que sea la situación. Te sensibiliza mucho. Es un trabajo a tiempo completo. Es una situación de emergencia sostenida.

– Qué le recomendarías a otras jóvenes que se estén iniciando en una experiencia similar a la que te ha tocado vivir?

– Les recomiendo, en primer lugar, mantener siempre presente que esto es un mal momento que va a pasar y que arriba hay un Dios que todo lo ve. La fe y la capacidad de sobreponerse y pensar en positivo y con claridad, por más dura que sea la situación, es un factor clave para poder manejar las cosas. Tenemos que creer en nosotros y en nuestra capacidad de sobrellevar esto, y de igual manera creer en la capacidad de nuestro familiar. Creo en que Dios no nos pone ninguna prueba que no seamos capaces de soportar. Nosotros, los familiares y allegados de un preso político, tenemos que llenarlos de fuerza, porque a partir del momento en que creemos en nuestra fortaleza comenzamos a generarla en todo lo que nos rodea. La fortaleza espiritual y mental es algo clave en la lucha contra la injusticia.

– ¿Cuál es la mejor forma de ayudar a un preso de conciencia como ciudadano espectador?

– Lo mejor que podemos hacer por un preso de conciencia es ser solidarios y demostrarles con acciones, y no sólo con palabras, que no están solos. Eso los ayuda a sobrellevar la situación. Todos podemos ayudarlos, incluso con pequeñas acciones, como dar un reenviar o compartir en las redes sociales y denunciar la situación de injusticia en la que viven, convertirnos en multiplicadores. Cuando nos acercamos al mundo de un preso político, nos damos cuenta que es mucho lo que podemos hacer. Lo más importante es dar ese primer paso de acercamiento.

¿Qué gana y qué pierde un activista en la cárcel en este momento país?

– Lo que pierde indiscutiblemente es su libertad física. Pierde la libertad de decidir muchas cosas. Pierde la libertad de decidir muchas cosas sobre su vida, al igual que cualquier detenido. Pero no pierde la libertad de pensar como quiere. Por ello, gana mucha convicción y la maduración de sus ideas. La lucha de un activista de derechos humanos es una lucha filosófica, porque un activista social o de derechos humanos no lucha por alcanzar el poder, por un “turno”. Lucha por cambiar una realidad, por crear conciencia.

Las organizaciones no gubernamentales suelen ser mucho más pequeñas que las organizaciones políticas, y eso, lastimosamente, hace una gran diferencia al momento de estar detenido. Un activista social o humanitario como en el caso de Lorent, no cuenta con toda una estructura partidista de apoyo detrás, que además, se diga o no, tiene mayor acceso a los carceleros.

Lorent está preso por decir la verdad sobre el gobierno venezolano. Pertenece a la generación del 2007, es uno de los que a los 18 años salió a protestar cuando cerraron RCTV. Su lucha lleva años, a pesar de que mucha gente parezca haberlo olvidado.

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