
Les falta la respiración y están mezclados. Nunca están secos: el calor los hace sudar y al estar pegados unos a los otros, la ropa se humedece. Duermen de pie. Familias exigen atención a las autoridades judiciales
Equipo UVL Monagas
Maturín.- “El infierno grande”. “La celda grande”. Son el mismo lugar. Es el principal calabozo de la sede central del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) en Maturín, capital del estado Monagas, oriente de Venezuela.
Así la bautizaron los presos. Y sus familiares difunden el nombre para advertir sobre las condiciones de reclusión de hasta 300 hombres.
También es el sitio donde este miércoles, 22 de febrero, Luis Armando Lima murió por sospecha de tuberculosis. Su deceso motivó a un grupo de familiares a denunciar las condiciones infrahumanas en las que conviven los presos.
“El infierno grande” es del tamaño de una sala amplia. Es un sitio con humedad, filtraciones y poca iluminación, donde el calor humedece la ropa del sudor y donde los detenidos duermen de pie. Allí, a menudo, les falta la respiración.
Glori Velásquez, familiar de un detenido, hace la descripción. Habla llena de valor, porque quiere evitar otra muerte como la de Luis Armando.
Según han comentado los presos a través de cartas, al menos 30 privados de libertad tienen tuberculosis y por eso creen que la muerte del hombre de 54 años está asociada con esa enfermedad.
Hace un año y dos meses que Joana Vallenilla tiene a su hijo preso en el Cicpc Maturín. En este tiempo, ha visto a otros dos presos morir a causa de la tuberculosis. “Exigimos a las autoridades que nos ayuden. A nuestros familiares los tienen como a unos perros aquí”, contó ante los medios de comunicación este miércoles 22.
La denuncias
La petición de los familiares es clara: separar a los reclusos. “Los presos están mezclados, allí no se separan a los que han cometido delitos menores de los que incurrieron en delitos mayores. Estamos solicitando que se separen los casos médicos para evitar más enfermedades”, dijo, por su parte, Velásquez.
La mezcla permite el contagio con hongos, escabiosis y piojos. Pero también con Covid-19, diarrea, vómito y gripe común. No es fácil precisar la cantidad de enfermos, porque los contagios varían cada día.
Las familias creen que las autoridades judiciales deben ordenar separar los casos médicos, pues de lo contrario habrá una mortandad.
Al mismo tiempo, solicitan acelerar el retardo procesal, pues las jornadas de la Comisión Judicial no dieron resultado. Esperan que sus denuncias no traigan consecuencias para los presos. “No porque estamos declarando la van a tomar con ellos, porque queremos que los atiendan si están enfermos”, sostuvo Anni Rojas, familiar de un detenido.
La reclusión
Los familiares de los privados de libertad aseguran que no tienen acceso a los presos. Aseguran que la comunicación con los presos es deficiente y que sólo logran saber de ellos a través de cartas.
Los presos sólo reciben visitas cada 15 días por 5 minutos. “No podemos ni abrazarlos”, expresó Anni Rojas, familiar de un detenido.
Las personas aseguran que los privados de libertad entran por 45 días y se quedan años. Adentro hay un hombre que tiene 3 años. Además del retardo procesal, los parientes se quejan del retraso en la entrega de las comidas.
“Nosotros les damos los alimentos a los funcionarios a las ocho de la mañana y a los presos les llega tres horas después”, asegura Glori Velásquez, familiar de un detenido.
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