Me estoy muriendo

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La muerte de Willy Fernández, ocurrida el pasado 17 de septiembre en el CDP de Polifalcón Coro, fue muy sentida entre los compañeros de celda, los familiares y la comunidad en general. Era la segunda que se registraba en menos de 10 días por hambre y no dejaba lugar a dudas acerca del drama que significa la necesidad de descongestionar los CDP en el país.

El caso de Willy era particularmente doloroso para todos porque, por ser oriundo de Caracas, no tenía a nadie que le trajera un mendrugo de pan. Muchos lo vieron comerse las conchas de plátano o cambur y hasta los huesos que otros tiraban. Su madrastra, Elizabeth Coromoto Navas, fue la última de sus parientes que tuvo contacto con él. “No sé cuánto peso perdió. Me dijo que pasaba hasta cuatro o cinco días sin probar comida. Estaba flaco y la última vez que lo vi, el 11 de septiembre, ya no podía mantenerse en pie. Me dijo: ¡Me estoy muriendo de hambre! ¡No me dejes morir!”, dijo Navas.

Willy Javier provenía del sector Mario Briceño Iragorry, municipio Sucre del estado Miranda, de donde huyó de enemigos que lo habían sentenciado a muerte. Vino a parar a Coro donde, a principios del año 2016, fue detenido por hurto de materiales estratégicos. Evitó que su familia se enterara que estaba preso por más de un año. Les decía que se encontraba trabajando en un estacionamiento, cuidando carros y no divulgaba el nombre de la ciudad, hasta que el hambre le hizo romper el silencio. Varios medios de comunicación entre los que están Nuevo Día (Falcón) y Caraota Digital reseñaron el caso.

En marzo de este año, Willy le pidió a una funcionaria policial que se comunicara con su madrastra y le hiciera saber que estaba en Coro cumpliendo una condena de cuatro años por hurto. Pero fue en agosto cuando Navas, sin trabajo y sin recursos, pudo venir a Coro desde Caracas. Pese al estado de desnutrición avanzado en que encontró a Willy, apenas podía suministrarle alimentos una o dos veces a la semana ya que ni ella tenía comida para alimentarse. Auyama, yuca y otros rubros era lo que podía llevarle.

Uno de los policías que vigilaba el CDP le proporcionaba alimentos al ver que no recibía comida como otros. Tenía fijada una audiencia para este 20 de septiembre. “Insistí en que le dieran una medida de casa por cárcel, pero me dijeron que le faltaban seis meses para llegar a la mitad de la condena, requisito para poder aspirar ese beneficio. Además me pedían una constancia de trabajo, y ¿de dónde, si ese muchacho ni se podía mover?”, afirmó Navas. Willy Javier desafortunadamente murió la madrugada del domingo 17 de septiembre luego de 18 meses preso y a seis meses de salir en libertad.

Su cuerpo se mantuvo en la medicatura de la morgue del Cicpc hasta el martes porque su madrastra no tenía recursos para pagar el entierro. Pidió ayuda en la alcaldía y varias dependencias gubernamentales, pero no obtuvo respuesta. Agotada, decidió ir al Cicpc y contar su realidad: “No tengo para sepultar a mi muchacho”. Y fue así como entre la médico forense, Elvira Mora, y los auxiliares del  Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses, Silfredo Ollarves, Antonio Urdaneta y Keyvis Sierra, la ayudaron a ubicar la fosa y traslado del cuerpo hasta el cementerio Virgen de Guadalupe, ubicado en el sector Llano de Chacha, carretera vieja Coro-Churuguara.

A falta de urna, Willy fue enterrado en una bolsa de traslado de cadáveres. Ollarves y Urdaneta condujeron el cuerpo hasta la fosa y lo cubrieron con tierra. Elizabeth tomó dos ramas que unió en forma de cruz con una cola púrpura con la que ataba su cabello y la colocó sobre el túmulo de tierra.

Como el de Willy en el resto del país decenas de casos demuestran que el hambre campea en los CDP, una razón más para ejercer acciones urgentes que descongestionen estas unidades.

Equipo UVL

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