El Jueves 12 de octubre era Feriado en Venezuela por ser el Día de la Raza. Ese día, las madres y esposas de presos detenidos en los calabozos de Polichacao, en lugar de tomar un receso, realizaron la rutina de rigor para poder ver a sus parientes por un lapso máximo de 15 minutos: Vestidas con franelas blancas y jean, se anotan en listas para ingresar a la policía. Hacen filas. Y también se preparan para las requisas de las bolsas en las que les llevan los alimentos a sus parientes. Los policías, por su parte, abren los envases plásticos y escarban entre la comida para descartar que ninguna droga ni ningún arma sea ingresada a esa sede policial.
Mientras las mujeres escriben los nombres de sus familiares en las bolsas donde trasladan los alimentos, todas manifiestan su preocupación por la delgadez de sus parientes. No saben cuánto peso han perdido, pues no tienen cómo saberlo. Pero temen que sus allegados sean parte de las estadísticas de reclusos fallecidos por desnutrición.
Las mujeres también comentan con preocupación que en estos centros de detención preventiva los reclusos no cuentan con neveras, ni cavas para preservar los alimentos. “Han comido alimentos descompuestos y, entre ellos, siempre recolectan comida, pues no todos corren con la suerte de ser visitados por sus parientes”, explicó una de las madres de los reclusos.
Entre la multitud de mujeres que esperan de pie con el sol inclemente está Argelia Díaz, una mujer de 35 años que hace peripecias para lograr la libertad, bajo la figura de fianza, de una de sus seis hijos. Díaz relata que su hija está presa en los calabozos de Polichacao desde mediados del mes de septiembre por el delito de agresión: “Ella tuvo una discusión con su suegro. Él le partió la cabeza con una pala, ella se defendió y él está tranquilo (…) El hombre puso la denuncia y ella quedó presa”, precisa.
Desde entonces Díaz ha vuelto a asumir la responsabilidad de su hija, de 27 años de edad. Durante casi un mes la mujer ha hecho peripecias para conseguir alimentos para su hija, quien además, ha presentado problemas de salud durante su estadía en esos calabozos.
“Te voy a ser sincera. Soy una mujer sola que es madre de seis hijos. El más pequeño tiene tres años y ahora tengo a mi hija mayor aquí presa. Para que ella pueda quedar libre se necesitan fiadores y hacer todos los trámites en tribunales.
Pero no tengo dinero, ni tiempo para cumplir con todo lo que me piden (…) El miércoles (11 de octubre) tuvo fiebre y dolores de garganta. Fue trasladada a Salud Chacao, en donde le dieron atención y también un medicamento para una infección vaginal. Me han pedido que le traiga Amoxicilina y no he conseguido”, explica.
Ese jueves 12 de octubre Díaz lo único que le llevó a su hija fue arroz con mortadela y plátano con queso: “Es muy dolorosa esta situación. Lo único que me da tranquilidad es saber que si un día no le traigo qué comer, los otros presos o algunos de los policías le dan algo a ella. Aquí todas las mujeres sufrimos porque sabemos que nuestros presos no comen bien”.
Un preso político en Polichacao
En las afueras de Polichacao también estaba la madre de dos presos que fueron detenidos en la Plaza Francia de Altamira el 18 de abril durante una manifestación opositora. El delito que les imputan es alteración del orden público. Uno de ellos fue trasladado para el Centro de Procesados 26 de Julio, en el estado Guárico. Mientras que su otro hijo está detenido desde ese entonces en esa policía municipal.
“Un sueldo mínimo no alcanza para costear los gastos de ninguno de mis dos hijos. Como trabajo en una casa cuidando a niños y gano cien mil bolívares por semana, no he podido ir para el estado Guárico a ver a mi hijo que estudiaba séptimo semestre de Diseño Industrial. Sin embargo, con lo poco que gano trato de resolver las comidas de mi hijo que está preso aquí en Polichacao. Como el pollo y la carne están caros, le traigo tajadas, pasta, arepa y tortilla de plátano”, manifestó la mujer que solicitó no revelar su identidad.
La madre de los dos hombres presos por alteración de orden público dijo que ambos fueron condenados a tres años y medio de prisión. Antes de ser trasladados a Polichacao y al Centro de Procesados 26 de Julio, en Guárico, estuvieron presos en El Sebin de El Helicoide.
Los familiares de los privados de libertad entrevistados confesaron que no llevan un balance de los gastos para alimentar a sus parientes. Una de las mujeres, desesperada por la situación económica y por la falta de tiempo, gastó 45 mil bolívares en 8 empanadas y en dos botellas de agua de 600 mililitros.
Descontento por alimentos prohibidos
En varios centros de detención preventiva, como Polichacao, las autoridades a cargo de los presos han ideado normativas para mantener el control de los calabozos. En este centro de reclusión no permiten dulces, sopa, galletas, salsas, alimentos con huesos, ni ningún cítrico.
Las madres y esposas de los presos que fueron consultadas para este informe coinciden en que el Estado debería realizar un estudio socioeconómico para determinar que varias familias que tienen a parientes en centros de detención preventiva no tienen los recursos para comprar comida y, mucho menos, preparar menús balanceados.
Organizaciones solidarias con los reclusos
En la actualidad hay 60 presos detenidos en los calabozos de Polichacao en un espacio que está diseñado para albergar a 35 personas, de acuerdo con datos de fuentes extraoficiales.
Pese a las testimonios de familiares de los presos que han denunciado desnutrición, brotes de sarna y de insalubridad en este centro de detención preventiva los privados de libertad han recibido donativos de algunas empresas privadas, de iglesias evangélicas y también de una organización policial y religiosa, cuyo nombre es Cristopol.
Funcionarios se las ingenian para atender a los presos
La ansiedad del hacinamiento, la escasez de alimentos y del brote de enfermedades en ese centro de detención preventiva, también afecta a los funcionarios de Polichacao que están a cargo de la custodia de esa población reclusa. Funcionarios consultados para este informe, reiteraron que no cuentan con recursos, personal ni logística para garantizar la alimentación, recreación y salud de los presos.
Durante la mañana del 12 de octubre un preso que tenía fractura de rótula fue trasladado a Salud Chacao para recibir atención médica. Un funcionario de ese cuerpo policial se dirigió a los familiares que formaban una fila para ingresar los alimentos. “Señores, aprovechen que aquí está una periodista para que le comuniquen las denuncias e irregularidades que hay con los casos de sus parientes. En este momento vamos a trasladar a este privado de libertad para Salud Chacao. Ustedes son testigos que lo estamos sacando en estas condiciones”.
Angélica Lugo
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