Los “pures” caen presos mientras intentan sobrevivir

Mario Guillén/  Nueva Esparta

Ser una persona de la tercera edad dentro de un Centro de Detención Preventiva (CDP) no es garantía de tener privilegios o tratos preferenciales. En el estado Nueva Esparta la mayoría de detenidos, que pertenecen a este grupo etario, lo hacen por necesidad, porque no tienen qué comer o cómo mantenerse, pero también por delitos como asesinato o actos lascivos.

Dependiendo del delito que hayan cometido ellos tendrán más o menos respeto por parte de sus compañeros. Los “pures”, como los llaman en las bases policiales de la región insular, son personas cordiales, colaboradoras y casi siempre sumisas, aunque hayan tenido una vida de faltas o sea primera vez que son detenidos.

El director de Seguridad Ciudadana de Nueva Esparta, Anthony Frontado, dijo que la vejez es una etapa en la vida en la que la persona suele necesitar del apoyo de la familia y son muchos los ancianos que se quedan solos, sobre todo en esta etapa de crisis económica y social que atraviesa el país. Por esto son muchos los abuelos que salen a la calle a hurtar en negocios de comida o en farmacias, porque no tienen familia que los ayuden a sobrevivir y la necesidad los obliga a salir a delinquir.

Cuando hacen esto no se imaginan que llegarán a una base policial y serán detenidos. Frontado destacó que para esos ancianos es muy duro verse presos, pero por miedo y como instinto de sobrevivencia logran adaptarse a la dinámica carcelaria. Así como hay otros, que simplemente son “malandros viejos” y saben perfectamente cómo se maneja todo dentro de los CDP.

Frontado, quien durante ocho años dirigió el CDP de PoliMariño en Porlamar, afirmó que lo ideal es que estas personas estén aisladas de los presos más jóvenes, porque saben el riesgo que corren por su edad y su indefensión, pero la realidad de los calabozos es que no hay espacios suficientes para aislarlos.

“Si cayeron por hurto, robo, estafa o drogas son respetados los ancianos. Los incorporan a labores cotidianas como cocineros, vigilantes y hasta llegan a protegerlos de algún peligro. Les dicen los “pures” y son queridos. En cambio si su situación es por actos lascivos, matricidios, feminicidios son parte de la escoria y su suerte no es tan buena”.

Para Frontado una persona de la tercera edad que cae presa es un anciano desasistido por la familia, que tuvo que hurtar para comer. “La mayoría ni siquiera roban, ellos no tienen armas, lo que tienen es hambre”.

Casi siempre están solos

El “Charro”, un reo del CDP de Pampatar y quien ha estado en varias bases policiales, narró que son contadas las personas de la tercera edad que están privadas de libertad en los calabozos insulares. Las personas con más edad rondan entres los 45 y 50 años, pero hay contadas excepciones de viejos detenidos.

“Como preso he visto que se les trata bien, se les respeta porque uno lo ve como su ‘pure’ y nadie quiere que le hagan daño a su padre. Siempre son tranquilos y colaboradores, te aconsejan, pero tienen una vida muy triste. Casi siempre están solos, nadie los visita o les lleva comida”.

La solidaridad es un factor clave parasobrellevar el encierro, los compañeros siempre los apoyan, les comparten alimentos y hasta una pastilla si les duele la cabeza.

“Estar en la cárcel es muy difícil para cualquier persona. Yo lo  sufro todos los días, pero una persona con achaques por la edad lo vive mucho peor. Dormir en el piso para un anciano es malísimo. A pesar de todo los viejitos que he tratado en los calabozos se mantienen con buena actitud, a veces son mediadores cuando hay problemas”.

Charro reconoce que no siempre los ancianos son tratados con respeto, pues como en todos lados y más en un centro de detención hay personas que no tienen valores y no respetan la condición de estos. “Siempre hay uno que se la quiere tirar de rata, y quiere malandrear a los pures. Saben que son débiles y no se pueden enfrentar a ellos. Yo he sido uno de sus defensores y muchos compañeros paran esos juegos rudos”.

Presas por alcahuetas

Los funcionarios policiales reconocen que son pocas las mujeres de tercera edad las que caen presas, pero hay excepciones. Uno de los mayores males que aquejan a  estas madres y abuelas es la alcahuetería con sus hijos o nietos que termina salpicándolas.

El CDP de Los Robles, administrado por el Instituto Autónomo de Policía del estado Bolivariano de Nueva Esparta (Iapolebne), es  el único calabozo policial exclusivo de mujeres en la región insular. En este, la mayoría son mujeres jóvenes, pero en sus espacios han estado damas de avanzada edad.

Una funcionaria de la policía del estado, quien prefiere mantenerse en el anonimato, relató que a este CDP han llegado abuelas y madres quienes tapan los delitos de sus hijos y terminan arrastradas a una celda.

“Aquí han estado presas pocas mujeres de tercera edad, pero recuerdo el caso de una señora que por permitir que su hijo vendiera drogas en su casa terminó detenida. Ella sabía lo que estaba pasando y lo permitió. Ella me reconoció que no estuvo bien, pero era la única forma de mantenerse”.

Para la policía es una situación lamentable que una madre deje a su hijo irse por el mal camino, pero es más triste ver a alguien presa con enfermedades como hipertensión y diabetes.

“Esa señora la recuerdo particularmente, porque era muy noble y colaboradora. Ella no solo quería salir al patio a estirarse y tomar sol. Ella limpiaba sin pedirle permiso a nadie, recogía las hojas que caen de los árboles. Le gustaba cocinar y estar ocupada. Se notaba que era una buena ama de casa, pero tuvo la mala suerte de tener un hijo con malas mañas”.

Acotó que no estuvo mucho tiempo detenida, porque la edad y su enfermedad la favorecieron en el proceso legal.“Esa señora era amable y todos le agarramos cariño. Las otras que han caído presas con edad avanzada ha sido por hurto, porque no tienen qué comer”.

A su juicio, la mayoría de las mujeres de tercera edad presas estuvieron en situaciones adversas que no supieron manejar. “Si no se tiene para comer, siempre hay una opción: se puede pedir a un familiar, a un vecino y hasta un extraño. El hurto no debe ser una opción para nadie, menos para una viejita. El otro motivo es el poner límites a los hijos y saber que si están en malos pasos, tienen que apartarse de eso, si no pueden convencerlos de dejar de delinquir, al menos no deben dejar que ese modo de vida les afecte a ellas”.

Todos los privados de libertad atraviesan una situación compleja dentro de los Centro de Detención Preventiva, todos están hacinados, con hambre y con el riesgo de contraer alguna enfermedad, sobre todo en estos momentos de pandemia en el cual el estado Nueva Esparta registra casi 90 casos de COVID-19.

Esta realidad es aún más ruda para un preso de la tercera edad quienes ya tienen cuerpos golpeados por los años, quienes en muchos casos no tienen un familiar que los apoye y cuando en el ocaso de la vida quieren tranquilidad, terminan en un preámbulo al infierno.

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