
Equipo UVL Táchira
San Cristóbal.- La frontera entre Táchira y Colombia ha sido el escenario propicio para el tráfico de estupefacientes y en muchos casos, han sido mujeres las que han cometido estos delitos.
Los números indican que en lo que va de año, al menos unas 25 mujeres han sido detenidas por los diferentes organismos de seguridad. De este grupo de privadas de libertad, la mayoría tiene menos de 35 años y son de escasos recursos económicos. No hay una mujer líder de alguna red de contrabando de drogas presa. Todas son utilizadas para transportar pequeñas cantidades.
El microtráfico de sustancias estupefacientes ha sido el lugar común. Mujeres solas en o en pareja son capturadas con menos de un kilo de droga. Las notas de prensa señalan que los dediles son la forma más recurrente en estos casos. Unos ingeridos y otros no. La variante fue cuando llenaron varios preservativos con cocaína liquida y trataron de enviarlos por una compañía de transporte.
Sobre la presencia de mujeres en este delito, el psicólogo Juan Carlos Yáñez explicó que las personas lo ven como una fuente de ingreso considerable. “En el caso de la mujer, su naturaleza -generalmente- busca cubrir la manutención del hogar y eso conlleva a recurrir a este tipo de actividades.”.
Aseguró que mientras el núcleo familiar esté más deteriorado, más fácil será ser parte de ese tipo de actividades. Otro aspecto que el psicólogo considera que influye es el modelo de crianza. “Con quién se crió y con quien no se crió, especialmente con el padre. Esas carencias conllevan muchas veces a buscar la “protección” en personas que la pueden arrastrar a las drogas y otras cosas más”.
A juicio de la abogada, expresidenta de la Fundación de la Familia Tachirense y defensora de los derechos de la mujer, Beatriz Mora, en los últimos años ha incrementado la participación de las mujeres en delitos por las condiciones económicas adversas. Muchas mujeres se han visto abandonadas por su pareja porque la migración en el país se dio primero por parte de los hombres. “Ellos se fueron, dejaron a sus mujeres con los niños y muchas de ellas cayeron en el tráfico de drogas y eso las conllevó a la prisión”.
Sobre esto, Coletta Youngers, Senior Fellow de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), dice que “detrás de las estadísticas del rápido aumento del número de mujeres encarceladas por delitos de drogas en América Latina hay historias trágicas de mujeres, a menudo madres solteras, que acaban vendiendo pequeñas cantidades de droga o transportando drogas para poder poner comida en la mesa para sus hijos. No son las que obtienen grandes beneficios, pero son las más fáciles de detener y pueden pasar años entre rejas, con consecuencias devastadoras para sus hijos y familias”.
Hace unos años, una mujer detenida en la Policía de San Cristóbal dijo que de haber sabido todo lo que implicaba esa reclusión y el dinero que se gastaba para la defensa, así como la compra de alimentos, ropa y otros, nunca hubiese aceptado llevar ese bolso que le costó la libertad y que dejó a sus tres hijos en diferentes hogares porque no tenía familia que se encargara de ellos. Pese a los testimonios, las experiencias y los riesgos, muchas mujeres siguen aventurándose en esta ruleta que pueden dejarlas muchos años en prisión.
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