Por La Verdad de Monagas
Tenía apenas 24 años cuando se convirtió en uno de los pranes más sanguinarios y poderosos del país, luego que en 2004 tomara a hierro y fuego el control de la cárcel de Vista Hermosa, en Ciudad Bolívar, desde donde poco a poco fue extendiendo un enorme imperio criminal que llegó a su fin -al menos para él- la noche del viernes 31 de marzo, cuando fue ejecutado de varios disparos dentro del Centro Penitenciario de Aragua, Tocorón.
Cuatro silenciosos presos sacaron del interior de la cárcel el cadáver ensangrentado de un hombre pasado de peso, vestido con chores rojos y franela gris con franjas blancas y negras. Lo dejaron frente a los funcionarios y volvieron a entrar sin decir nada, ni reflejar ningún sentimiento.
Los balazos en el pecho y el rostro dejaron irreconocible a aquel hombre, por lo que fue necesario recurrir a una máquina captahuellas, que reveló de quién se trataba: Wilmer José Brizuela Vera, cédula de identidad 16.498.536, alias Wilmito. El cadáver que yacía allí tirado no se parecía en nada a las imágenes que se veían en su Facebook: sonriente con trofeos, o con frascos de escocés mayor de edad, o fusiles. Era otro y el mismo.
La madrugada de este sábado el país estaba sacudido por las críticas de la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz a las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional, pese a lo cual las fotos de Wilmito -espantosas por cierto- corrieron a la velocidad de la luz por las redes sociales, quizás más rápido que el famoso video sexual de Yorgelis, Érika y Ken.
Nadie se atrevía a confirmar que se trataba del famoso pran, todo era extraoficial o con confirmaciones de voceros de poco peso. Había excesiva cautela y no es para menos, porque aún después de muerto, Wilmito mete miedo.
Pran, secuestrador, asesino, mujeriego, boxeador, jefe, músico, promotor cultural, Wilmer José Brizuela Vera era muchos hombres, pero sobre todo uno de los más malos, no solo del país, sino de Latinoamérica, no en vano es uno de los 14 personajes que aparecen en la antología Los Malos, editada por la reconocida periodista argentina Leila Guerriero.
En Los Malos hay policías, narcos, torturadores, violadores, caníbales y hasta traficantes de carne humana. Por Venezuela aparece un excelente perfil de Brizuela Vera, escrito por el periodista Alfredo Meza.
Wilmito deja un legado incalculable de delitos, miedo, nueve hijos, incontables nexos sospechosos y muchas dudas sobre sus relaciones con grupos de poder.
Este hombre de 35 años, tez morena, pelo corto, muy propenso a ganar kilos, era famoso por un temperamento de hierro para imponer sus reglas y deseos dentro y fuera de la cárcel.
Un perfil psicológico publicado por el diario El Universal retrata a este hombre de puños rápidos, acciones impetuosas y lengua de plata así: “Ninguna autocrítica, baja tolerancia a la frustración, alto coeficiente intelectual. No reconoce el daño causado a la sociedad y asume que sus principios e ideales son prioritarios. Además, no reconoce haber hecho nada malo. No valora la vida humana de sus semejantes ni la convivencia ciudadana. No escatima esfuerzos, ni le preocupan las consecuencias de sus acciones con tal de obtener sus objetivos”.
Los especialistas que lo evaluaron habrían recomendado asistencia psiquiátrica, para tratar varias patologías clínicas.
Wilmer José Brizuela Vera fue el único hijo que Vidalina Vera tuvo con un trabajador que llegó a la región Guayana, atraído por el progreso que ofrecían las empresas básicas, cuando estaban en sus mejores momentos.
La relación no duró mucho y solo quedó Wilmer José, quien nació el 20 de marzo de 1982 y fue criado por su madre, tías y abuela en el barrio Hipódromo Viejo de la capital del estado. Su apellido se lo dio otra pareja de su madre.
Vidalina Vera se ganaba el sustento como camarera en el Hotel Bolívar y su muchacho llevaba una vida ordinaria: en las mañanas iba al colegio y en las tardes jugaba y vagabundeaba por allí. La leyenda cuenta que era tranquilo y jamás se metía con nadie, los vecinos dicen que era un buen muchacho.
A los 12 o 13 años se le metió el gusanito del boxeo, quizás influido por su abuelo Cándido Vera, y empezó a tomar clases en la academia que existía en el Gimnasio Boris Planchart, tutelada por Ángel Salavarría. Habría peleado más de 200 combates y prometía llegar lejos, luego de ganar oro en los Juvines de 1997 y participar con éxito en el Batalla de Carabobo.
En el año 2000, a los 18 años, fue preseleccionado para representar a Venezuela en las Olimpiadas de Atenas 2004, pero todo se torció en 2002, cuando fue detenido dentro de una discoteca de Ciudad Bolívar, por porte ilícito de arma de fuego.
No era su primer delito, pues ya tenía varias solicitudes por robo, por lo que fue enviado a la cárcel de Vista Hermosa, donde pasó seis meses que alteraron el rumbo de su vida. De promesa olímpica pasó a sanguinario pran.
Luego de salir de la cárcel, el Instituto Nacional de Deporte (IND) lo expulsó de la selección, por lo que se juntó a varios amigos para dedicarse de lleno al delito y habría planificado el robo y secuestro del comerciante Juliano Elías Abboud, por lo que fue sentenciado a 10 años de cárcel en Vista Hermosa de donde se escapó. Fue recapturado y devuelto a los pocos días y empezó su pranato.
El reino de Wilmito
Al poco tiempo de ser devuelto a Vista Hermosa un amigo que iba de salida le propuso asumir el penal. Él le tomó la palabra y puso en marcha un despiadado plan, que el periodista Alfredo Meza relata en su texto para el libro Los Malos:
En 2005, William, un preso con el que había cometido algunos atracos, tenía que salir en libertad, y decidió entregarle el control del grupo. Fue casi como la coronación de un discípulo: “Tú lo puedes hacer mejor que nosotros”, afirmaron los dos subalternos de William, a quienes correspondía por jerarquía conducir al grupo.
La única vez que lo vi fue en la Universidad Católica Andrés Bello, cuando lo llevaron a un foro sobre prisiones y decenas de estudiantes querían acercársele y tomarse fotos con él, ¡Y eso que aún no había empezado la fiebre de los selfies!
Wilmito montó en su Facebook una foto de ese foro, hablando desde un atril con el logo de la universidad.
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