La fe es determinante para la reinserción social del privado de libertad

César Antonio Montes

Hace menos de 10 años, Javier Rodríguez Alamo era conocido como ‘El Pichi’ en su natal Chivacoa, ciudad ubicada a menos de 60 kilómetros de San Felipe, estado Yaracuy. El Pichi era un personaje dedicado al mundo de la delincuencia, dirigía una banda que cometía robos, hurtos y hasta llegó a mutar a las extorsiones, su consagración al mundo hamponil la hacía a la par del espiritismo.

Era un fiel seguidor de la corte malandra, de hecho cuenta que antes de cometer algún crimen se encomendaba con sus lugartenientes a alguna deidad de este clan, todo cambió un diciembre cuando sus oraciones no fueron oídas y un operativo de inteligencia de la Policía le dio captura a él con un compañero, el tercero murió en el tiroteo. Esa pérdida de su compañero de crimen y de religión lo hizo pensar y reflexionar mucho.

Javier hoy por hoy ya está en la calle gracias a un beneficio procesal, se dedica en su casa al trabajo de herrería. Vive solo con su madre, pues su esposa e hijos migraron a Perú apenas levantaron las restricciones por la pandemia. Añade que el haber pasado tanto tiempo en una celda, hizo que su visión de la vida espiritual diera un viraje enorme, con orgullo cuenta que su fe y su foco espiritual ahora le apuntan a la Iglesia cristiana evangélica.

“Me reconvertí en la cárcel, haber pasado tantas noches y tantos días hundido en la miseria que es estar preso en Venezuela te hace reflexionar mucho. A mí me ayudó un compañero que era de Puerto Cabello, él me llevó al evangelio, cuando a él lo sueltan me dejó su biblia, más nunca supe de él, porque salió primero que yo, pero esa biblia y sus palabras fueron mi soporte y estabilidad para enfrentar el encierro los años subsiguientes. Me juré no volver a delinquir y sabes que dentro de la cárcel tienes muchas oportunidades de seguir por ese mundo, pero no lo quise, me dediqué a orar, a sanar y a reflexionar”, dijo con lágrimas en los ojos.

Javier accedió a la entrevista con la única condición que no le tomasen fotografías porque asegura que la sociedad venezolana, con claras y sobradas razones no cree en la reinserción social de los privados de libertad, aunque él asegura ser el vivo reflejo de que Dios obró en su vida y le dio una oportunidad. “Jesús me reconstruyó, no tengo dudas de ello”.

De igual manera, es claro en afirmar que respeta a quienes practican el espiritismo, “Mi ciudad es reconocida porque aquí está la montaña de Sorte, mucha gente cree y sigue fielmente estos ritos, yo fui uno de ellos, pero ya no”, añadió.

En su reflexión dice que así como a los presos la gente los sataniza, a otras personas les pasa  por sus creencias religiosas. “Fíjate que los evangélicos somos mal vistos por católicos y viceversa e incluso los espiritistas, babalaos, etcetera y resulta que quienes somos practicantes de alguna creencia o religión lo hacemos en buscando el bien y la salvación”, añade.

Trabajo de hormigas

Alirio Vargas, pastor del Ministerio Carcelario Gemido de los Presos, sostiene que el trabajo con los privados  es arduo y complicado, añade que muchos reos evangélicos que hacían labor pastoral en los penales y cárceles de Yaracuy han salido en libertad y para quienes están afuera el ingreso para hacer labor evangelizadora se ha hecho difícil, pues en al menos los centros de detención preventiva más grandes del estado  como la Comandancia General de la Policía y el Centro de Resguardo y Control del Detenido  de la Policía Nacional Bolivariana de San Felipe  se les hace difícil  entrar a hacer el trabajo pastoral debido a las restricciones de las autoridades, aun así cuando existe la posibilidad ingresan y no solo ejecutan labor evangelizadora, sino que coordinan jornadas de barbería y de alimentación con sopas o arepas, que es lo que les sale más económico.

Aun así Vargas añade que la red de iglesias evangélicas no cesa en su trabajo y continuamente procuran articular con organizaciones sociales y sanitarias y con las mismas autoridades para que se permita seguir tocando corazones dentro de los centros de detención preventiva y las cárceles del país. “es algo que no se ve, pero se hace y eso nos deja enormes satisfacciones, ya que toda la gloria es para nuestro señor Jesucristo”, afirmó.

Iglesia limitada

El sacerdote Ángel Orellana, lleva años sirviendo en la Iglesia Nuestra Señora de Coromoto en Marín, municipio San Felipe, en esta comunidad capitalina existen dos comandos policiales en los que hay privados de libertad. Sostiene que anteriormente y de manera frecuente ejecutaba labores de atención, no solo alimentaria sino que con comerciantes de la zona organizaban jornadas de barbería y de apoyo para los presos, pero la crisis económica les ha impedido seguir con este proyecto. Orellana también comenta que sus colegas del resto de Yaracuy, de manera intermitente desarrollan actividades similares. “En Semana Santa tratamos de llevarles algo y cuando vienen días como el de nuestra patrona”, sostuvo.

El sacerdote de igual manera llama a la ciudadanía a refugiarse en Dios, para así llevar una vida sana en orden y paz con las leyes terrenales y las divinas.

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