Lorena Arraiz/ UVL Táchira
El hecho de estar privado de libertad trae consigo consecuencias psicológicas importantes. Estas pueden ir desde el plano afectivo hasta el plano cognitivo, emocional y de hecho, puede afectar la percepción que el privado de libertad tenga sobre la situación. Todo esto va a provocar una tensión emocional dentro del ambiente penitenciario y, además, se requiere de esa capacidad de adaptación y de resiliencia que realmente es bastante difícil de lograr en ese tipo de ambientes para poder soportar el despojo de los símbolos exteriores, familiares y propios que tenga una persona privada de libertad. Así lo expresó la psicóloga Betsy Mora quien explicó sobre cómo pueden llevar los detenidos, desde el punto de vista psicológico, su permanencia y su relación familiar.
Según la especialista, la idea es conocer los efectos psicológicos que tiene el encarcelamiento en estas personas y el modo en el que está situación va a afectar, de alguna manera, a los reclusos. “La prisionalización pudiera ser uno de ellos. Entendiéndose esto como algo que va a intervenir en la conducta de los reclusos. Se trata de un proceso por el que la persona asume inconscientemente el código de conducta y valores de esa cultura carcelaria que tiene que ver con el hecho de estar en contacto directo con esta, que tiene que ver con el período de adaptación que debe tener cualquier persona en cualquier ambiente nuevo al que se esté ingresando”.
Subrayó que se puede hacer una diferencia entre una prisionalización superficial que es lo mínimo necesario que una persona pudiera hacer para adaptarse a ese ambiente, y una profunda que sería la institucionalización que conlleva a que los privados de libertad pudiesen sentirse adaptados a esa situación y que prefieren estar en la institución que fuera de ella. Esto ocurre cuando las conductas e ideas adquiridas sobrepasan la individualidad del detenido.
“Algunos factores de la personalidad que van a influir en ese grado de institucionalización son la madurez, la inteligencia emocional, la capacidad intelectual y la estabilidad que el individuo pueda tener. También se pude hablar de un conjunto de circunstancias externas que suceden alrededor de la persona y que tienen que ver con cuáles son las características por las cuales se ha ingresado, la duración de esa instancia, la frecuencia de reingresos. De hecho, influye hasta los tipos de delitos, las expectativas que tengan tanto familiares como personales”, acota la especialista.
Mora hace énfasis en la importancia de la motivación de vida que pudiera tener el privado de libertad. También refiere que la edad y el nivel cultural van a tener una relación importante allí, entendida como las experiencias personales, los conocimientos, las capacidades. Es decir, pudiera decir que mientras más experiencia, más conocimiento y capacidades tenga una persona, mayor capacidad de adaptación y desarrollo de la resiliencia que se necesita tendrá.
“El privado de libertad que ingresa por primera vez a prisión mantienen una conducta pro social, por lo que se pudiera rehusar a tener ese código carcelario y en consecuencia, el encarcelamiento para este tipo de personas va a ser de gran impacto, por lo que podría ser más difícil ese periodo de adaptación. También hay personas que no tienen problemas de vivir bajo las normas de la sociedad pero en el momento en el que se da la oportunidad, pudiera cometer algún delito y normalmente trata de minimizar el acto y justificarlo, esta es una característica muy común en el agresor. El delincuente habitual tiene al crimen como un estilo de vida. Las actividades ilegales les pueden dar más satisfacción que aquellas legales. Ahí hay como una especie de satisfacción personal y se encuentran familiarizados con las normas de la cárcel”, expuso la psicóloga.
Aseguró que a mayor tiempo de estancia en prisión mayor será el grado de prisionalización, de institucionalización del recluso.
¿Qué sucede psicológicamente cuando se está en prisión?
La ansiedades una de las sintomatologías más comunes en los privados de libertad y el hecho en que ésta aparece va a depender de las circunstancias en las que se dé el encarcelamiento y de la personalidad del sujeto, es decir, cómo se enfrenta el sujeto a lo desconocido y ante diferentes circunstancias. Hay una pérdida de su individualidad y esto va ligado al hecho de que va a ingresar a prisión, que le va a ser asignado un número, que va a ser parte de ese colectivo que culturalmente ha sido rechazado por la sociedad y esto lo puede interpretar como una rebaja de su persona, explica la psicólogo Betsy Mora.
Otro aspecto que afecta al detenido es la pérdida de intimidad por esa convivencia forzada con otros internos, tienen poco o nulo tiempo para concentrarse en sí mismos y esto es mucho más grave cuando el ambiente es violento y cuando su seguridad pueda estar en juego. Son aspectos que observamos como una situación común en este tipo de escenarios.
“Hay baja autoestima y esto tiene que ver con el hecho de no cumplir las expectativas propias, de defraudar la imagen que uno tenía de sí mismo, de defraudar a la familia, del hecho de estar encarcelado y de todo lo que ello implica. Hay una falta de control de su propia vida que tiene que ver con el no poder tomar decisiones personales, familiares, sociales. Pudiera haber un margen de decisión pero ese abanico de opciones no es muy grande. En lo que más se ven limitados es en ese control de la evolución de acontecimientos externos, de lo que sucede en su ambiente social, eso causa frustración. Su proyecto de vida podría anularse. Pensar en todo el tiempo perdido y en cómo recuperarlo, les afecta psicológicamente”, manifestó.
¿Qué hacer en prisión?
La especialista Betsy Mora está consciente de que la estadía del privado de libertad en los sistemas penitenciarios es una situación muy difícil de sobrellevar, sin embargo, considera que para que su presencia allí sea lo más efectiva posible es importante garantizarle seguridad al privado de libertad, que el trato que reciba sea con respeto y dignidad.
“Los reclusos deben participar en una actividad con una finalidad claramente establecida que los conlleven a la reinserción en la comunidad, en la sociedad. Por ejemplo, esto es posible a través de programas para tratamientos de adicciones; cursos para el manejo de comportamiento violento, con herramientas para poder sobrellevar eso; cursos educacionales básicos de lecturas y escritura; tratamiento para personas que hayan cometido algún abuso sexual ; cursos de capacitación y formación profesional y que esté apoyado de algún psicólogo, de alguna ayuda desde el punto de vista psicosocial que los ayude a sobrellevar ese tiempo privado de libertad y que sea en función de mejorar su calidad de vida, de mejorar sus valores personales y, por qué no, sus valores educativos profesionales. La idea es que estos programas ayuden y tengan un especial énfasis en la rehabilitación a través del trabajo”.
Por último, la especialista considera que las actividades recreacionales, deportivas son importantes para ayudar a drenar emociones y el sedentarismo. Sin embargo, considera que lo fundamental es que los privados de libertad se formen, instruyan y capaciten para tener un proyecto de vida una vez que obtengan la libertad y no reincidan en actividades ilícitas.
*Betsy Mora es psicóloga y terapeuta racional emotivo conductual. Actualmente cursa estudios de doctorado en Ciencias de la Educación en la UPEL
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