Eva Riera
Luzmar Romero llegó a Punto Fijo con un objetivo: llevarse el cadáver de su hijo Luis Alexander González Romero, de 21 años de edad, quien murió el pasado martes 7 de mayo en la emergencia del hospital Rafael Calles Sierra, de Punto Fijo, a escasas horas de ingresar completamente descompensado víctima de una presunta tuberculosis.
La progenitora vive en Yaracuy, pero no se podrá llevar hasta allá el cuerpo de Luis Alexander para enterrarlo porque no cuenta con recursos. Le tocará inhumarlo en Falcón donde pasó su último año de vida, encerrado en el centro de detención Preventiva de Polifalcón situado en Punto Fijo, península de Paraguaná, a donde fue a parar después de cometer un robo.
En la morgue del Cicpc, donde esperaba la entrega de los restos, contó que Luis Alexander se vino a vivir a Punto Fijo hace casi dos años y al poco tiempo cayó entre rejas. Vivía con un amigo. Era obrero, soltero y no dejó hijos.
Estando detenido enfermó. Al principio creían que era gripe, pero con el paso del tiempo y en vista de que no mejoraba, comenzaron a sospechar que se trataba del enemigo común de los presos: la tuberculosis.
Romero aseguró que varias veces le transfirió dinero para la compra de medicamentos para combatir la afección, incluso llegaron a buscarlos en Colombia, pero no fue posible adquirirlos.
Hace unos meses le dijeron que el tratamiento tenía que proveerlo las autoridades de salud, pero esto nunca ocurrió.
Cree que a su hijo no le prestaron el auxilio necesario y, por si fuera poco, lo llevaron al hospital cuando ya no había nada qué hacer.
“En ese lugar –expresó-, hay otras personas enfermas que necesitan la ayuda de todos, quizás esta es una oportunidad que me dio Dios para decirles que los detenidos están pasando muchas necesidades y necesitan el apoyo de todos los que puedan”.
Es el primer preso que muere de tuberculosis en Punto Fijo en 2019. En Coro, falleció uno el domingo 31 de marzo. Las autoridades no ofrecen información sobre estos casos.
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