Hombre de 48 años sufre de llagas, abscesos y malnutrición luego de estar privado de libertad en el Cicpc San Juan de Barquisimeto
Tiene una llaga en el codo derecho que constantemente es rodeada por las moscas. En ambas piernas sufre de abscesos que tienen unos 3 centímetros de diámetros así como en las plantas del pie, pero en la parte derecha de la espalda presenta una escara muy grande.
Reinaldo José Valera tiene 48 años y está enfermo. No hay un informe médico que confirme qué es lo que tiene; sin embargo, su cuerpo y hasta su mirada reflejan que no se encuentra bien. “Estaba preso. Pasé ocho días sin comer y estuve 18 días parados”, dice cuando intenta explicar porqué está así.
Mientras muestra el deplorable estado de su cuerpo, Valera confiesa que salió de los calabozos del Cicpc San Juan, que se ubica en el centro de Barquisimeto estado Lara, no por buena conducta sino por enfermo. “Los funcionarios tuvieron miedo de que infectara a otros presos, que me muriera allá adentro y por eso me sacaron a la calle”.
Según el relato de Valera, los del Cicpc lo sacaron luego de ser presentado en el Ministerio Público. Tras su audiencia, los “petejotas” lograron tener una presunta boleta con beneficio penal que decía que tenía que presentarse cada 8 días en las taquillas de tribunales. A partir de ese momento, los mismos funcionarios lo montaron en una camioneta y lo llevaron a la carrera 12 con calle 37 del barrio San Juan, lugar en donde vivía en una residencia.
“Me metieron allí y me dejaron en el cuarto. Después, cuando ellos (funcionarios) se fueron, la dueña de la residencia me sacó y me dijo que me fuera porque yo estaba contaminado”, recuerda con tristeza.
Una jugarreta y directo al calabozo.
Para entender la historia de Reinaldo hay que retroceder hasta finales de agosto de 2018. Aparentemente, el hombre cayó preso porque, una mañana, luego de levantarse tras una borrachera de la noche anterior, sacó de su casa materna unos bombillos que iba a vender para seguir consumiendo alcohol.
Valera llevó los bombillos hasta una barbería que se ubica en la carrera 12 con calle 36, del centro de Barquisimeto y allí empezó a “jugarse” con el barbero, como siempre lo hacia.
“Te vendo estos bombillos que me los acabo de robar de la plaza”, le dijo Reinaldo al barbero que le hacía señas de que se callara pues dentro de la barbería estaba un comisario del Cicpc que luego de escuchar al hombre lo detuvo acusándolo por el delito de hurto al patrimonio público. “Ahhh tú eres el que tiene la plaza oscura” fue lo que le dijo el funcionario a Reinaldo cuando le puso las esposas.
Lo que empezó como una travesura, terminó siendo un infierno para Reinaldo. Cuando lo llevaron a fiscalía, le pidieron cuatro fiadores al hombre para otorgarle beneficio pero Reinaldo es un hijo adoptado, no tiene madre, ni hermanos. Su fuente de ingreso era de trabajos esporádicos en el mercado San Juan, como albañil y persona que le hacía mandado a los comerciantes o habitantes de la zona.
Los días pasaron y Reinaldo tuvo que aprender a vivir con los demás privados de libertad. Era el más nuevo de todos y por eso no tenía derecho a beneficios dentro de la celda.
Valera relata que los demás presos lo dejaron a él en una esquina de los calabozos en donde los privados hacían sus necesidades. No comía, todo se lo quitaban y no se bañaba porque no lo dejaban.
“Dormía parado y encima de un hueco donde los presos hacen pupú y orinan”, relata la manera que encontró para descansar y no molestar a otros reos pues muchos lo amenazaban con maltratarlo. Con el pasar de los días, la salud de este hombre se fue deteriorando. Perdió peso, algo evidente por la falta de alimentos ya que nadie le llevaba comida y en sus brazos, piernas y costillas empezaron a salir llagas.
Dentro de los calabozos del Cicpc, funcionarios y otros pesos creían que Reinaldo tenía tuberculosis (enfermedad respiratoria que puede ser mortal cuando no es tratada a tiempo) y fue allí cuando los funcionarios deciden sacarlo.
“Se asustaron cuando me vieron así. Dijeron que estaba mal”, relata.
La libertad para Reinaldo no alivió sus problemas. Luego que la dueña de la residencia le pide que abandone el lugar por estar “contaminado” Valera se fue hasta la plaza San Juan. Allí se acostó y esperó que, por misericordia, alguien le ayudara.
Las personas pasaban y miraban extrañadas hasta que alguien reconoció a Reinaldo. “Ese es el que le dice sobrino a todos”, dijo la señora Raquel Herrera, vecina del barrio San Juan, cuando vio al hombre tirado.
La mujer le llevó comida y de inmediato se puso en contacto con la comisión de salud de la zona y los integrantes del Consejo Comunal para ver cómo lo ayudaban.
Las personas resolvieron llevarlo a la Casa Comunal, infraestructura que está abandonada y donde ha pasado las últimas tres noches. Allí duerme en una cama vieja y con un colchón sucio y tieso. Debido al calor, camina como puede y sale hasta una área abierta del lugar. Allí vecinos le colocaron 3 cojines sobre los cuales se acuesta.
“Cuando estoy acostado aquí, veo pájaros que vuelan cerca y se paran frente a mi. Pienso que ese es Dios que me manda como a buscar” expresa con cierta sonrisa mientras suelta una pequeña lágrima por su ojo derecho.
“Yo no era el único enfermo qué hay allí (en el Cicpc San Juan)…hay demasiados presos con sarna, calor y poca agua” denuncia Reinaldo.
Vecinos que ayudan a este hombre hacen lo que pueden. Lo alimentan con lo poco que tienen. Confiesan que han podido bañarlo y le han dado ropa vieja que tienen en su casa. Piden ayuda para trasladarlo a un hospital y desde allí puedan hacerle exámenes médicos y así comenzar su cura.
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