La fe y Dios sirve para contener el descontrol mental.
Especialista en psicología dice que prevenir trastornos mentales en las cárceles es una asignatura pendiente del estado
Héctor Rodríguez/ UVL Lara
Para los privados de libertad que se encuentran en los Centros de Detención Preventiva (CDP) y cárceles del estado Lara, mantener una salud mental estable y sin ningún tipo de crisis es una tarea titánica. Las condiciones de los calabozos, el hambre, las enfermedades, el retardo procesal y, en algunos casos, el maltrato de los funcionarios de seguridad juegan en contra de las emociones y es por ello que muchos de los reos se albergan en la fe o la religión para no perder los cabales.
Jon Stiven Terán, “El Varón” como se identifica, es un recluso que se encuentra desde diciembre de 2018 en la sede San Juan del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) que se ubica en el suroeste de Barquisimeto estado Lara. Confiesa que no es la primera vez que está preso y que “lamentablemente” sus caídas se deben a su poca estabilidad mental y económica.
“Estar preso en esta país es la locura” suelta “El Varón” apenas se le consulta sobre la forma en la que maneja su estabilidad mental y emocional dentro de uno de los calabozos del Cicpc donde están recluido, al menos, 100 hombres. Argumenta que sus condiciones de vida en libertad y la que sufrían sus hijas lo llevaron a infringir la ley.
“Yo estoy aquí por andar en un carro que no era mío. El hambre me tenía desesperado y sobre todo ver a mis hijas sufriendo. Por eso cometí una locura. Cuando me metieron aquí seguía desesperado y gracias a la palabra de Dios, he mejorado. Esta batalla no es fácil” relata este hombre de 32 años que no ve a sus pequeñas desde hace 2 años por estar en prisión.
Terán esboza que “recibió a Dios en su corazón” gracias a un grupo de cristianos evangélicos que realizaron varias visitas al Cicpc como parte de una rutina en la que realizan entrega de alimentos. A ellos agradece el cambio de perspectiva de vida y el estar tranquilo en un ambiente hostil y “que te lleva a la locura rápido”.
“Las enfermedades y como están los calabozos (escasa agua, ventilación, insalubres y con hacinamiento) lo hacen a uno arrepentirse del pecado que uno cometió y esa fortaleza que uno va perdiendo con tantas energías malas que hay tras estos barrotes, la recupera con Dios, con su mensaje” explaya.
“El Varón” es quizás uno de los pocos redimidos que hay en San Juan, CDP que constantemente recibe la visita de miembros de la Comunidad Cristiana Amor de Dios que se ubica en el centro de Barquisimeto. La labor de esta iglesia no solo se limita a este Cicpc sino que también visitan calabozos de la Policía del estado Lara, Policía Municipal de Iribarren y la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Además de hacer entrega de alimentos, los privados reciben la palabra de Dios. “Algunos la reciben, la buscan. Otros no” indica Terán.
“Leer la palabra es una de las maneras de estar tranquilo aquí en estas cuatro paredes. Uno sufre siempre sobre todo con el retardo procesal pues ese camino de justicia está siempre oscuro pero la fe es renovada con la palabra de nuestro todopoderoso Dios” es la manera que encuentra “El Varón” para afrontar el encierro y una autoestima tranquila.
El miedo, una secuela dura de superar
A pesar de la actitud de “El Varón” ante unas condiciones de reclusión difíciles, existe otra cara que se puede ver muy lejos de los barrotes, en libertad.
Una Ventana a la Libertad (UVL) logró conocer la historia de Eric Mendoza (nombre ficticio por petición de la fuente), hombre que estuvo privado de libertad en la sede de la PNB de Pata ‘e Palo también en Barquisimeto.
Eric indica que estar recluido en uno de los CDP con más hacinamientos, conflictos intercarcelarios y de abuso de autoridad en la entidad le dejó un gran miedo que no sabía manejar cuando salió en libertad.
“Yo fui víctima del FAES y cuando regresé a mi casa no quería salir de ella. Es un temor muy grande que uno siente cuando uno ve una patrulla. Es un gran nerviosismo; es verdaderamente traumático y mi familia sentía el mismo temor que yo” es la narración que hace Eric cuando detalla la tensión familiar y personal que le generó estar privado de libertad.
Casi de manera similar que “El Varón”, la fe y la esperanza de Eric se convirtieron en un escudo para mantener la calma y el control en los calabozos y no caer en las atrocidades que allí se ven, se viven y se sufre.
“Las esperanzas uno siempre las mantiene, creyendo muchísimo en Dios y en el poder de la oración. Eso te da Fuerzas y te ayuda a mantener la calma y el control a pesar de tantas mentiras como dicen allá adentro. Mantenerte ocupado siempre y cuando las limitantes te lo permitan, es importante. La lectura ayuda mucho” explica el hombre sobre una de las acciones que realizó de rutina carcelaria para estar junto a su familia.
Los presos generan otras rutinas tanto personales como grupales para evitar el descontrol emocional y mental. Muchos logran trabajar en manualidades, en servir dentro de las estaciones policiales o hacer rutinas de limpieza o quehaceres mientras que otros si optan por rutinas ilícitas.
Pero Eric dice que no está al 100% curado. Relata que acude junto a su esposa e hijo de 15 años a terapias psicológicas y que todavía tiene pesadillas al dormir o sufre de insomnio constante.
Debe haber programas de ayuda
La Psicóloga Estefhani Dorante
Lara cuenta con dos centros penitenciarios al norte de Barquisimeto, Fénix y David Viloria mejor conocido como Uribana, un centro socioeducativo para menores de edad y más de 35 CDP de cuerpos policiales a lo largo y ancho de la entidad.
Según estudios e informes que UVL realiza desde 2017, exceptuando los penales, el 90% de los calabozos de los cuerpos de seguridad no cuentan con un especialista que sirva de ayuda para la salud mental de los privados de libertad. De esta carencia habla la psicóloga Estefhani Dorante cuando se refiere a la existencia de este déficit. La persona privada de libertad está muy propenso a generar o agravar ciertas patologías que terminan siendo peligrosas para su estabilidad mental y emocional.
“Es indispensable que los centros policiales cuenten con un personal calificado que ayude al preso o que vaya más allá para evitar que el recluso pueda desencadenar otras patologías. Es un proceso difícil. Estamos claros que la persona sufre de un castigo por un delito, pero ante todo es un ser humano y para comenzar con su regeneración en la sociedad hay que eliminar las etiquetas, dar un trato que de una forma u otra le ayude al crecimiento tanto personal, emocional y mental”, indica Dorante.
La especialista identifica que los reclusos sufren una secuencia de trastornos que terminan en crisis y despertando lo peor de un ser humano. Agrega que el tratamiento de cada reo y la aplicación de programas que estén en constante monitoreo, evitarían que un trastorno de sueño, personalidad, ansiedad, depresión se convierta en somatización de emociones, conflictos no resueltos que se exteriorizan y que llevan a una persona a ser víctimas de crisis que le inducen al consumo de sustancias que compensan debilidades o realidades que no quieren afrontar.
“Se dice fácil, pero no lo es. Para ello debe haber programas educativos que refuercen el autocuidado y la autoestima, pero no solo de un privado de libertad sino también del grupo con el que está un preso. Se deben fomentar actividades de grupo para que haya influencia en su salud mental”, recomienda la psicóloga.
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