Detenido cuenta cómo eran las fugas en la Policía municipal de Maturín

La Policía municipal de Maturín cumplió un año sin fugas. La última ocurrió el 3 de mayo de 2020, una semana antes de que se declarara la pandemia por el coronavirus en el país. El hacinamiento y las ganas de obtener la libertad rápido fueron las causas

Equipo UVL Monagas

Maturín.- Limar los barrotes con una hojilla de afeitar pequeña, romper la pared con ese barrote; ingenio, mucho ingenio, asegura un preso. Escapar de un calabozo es una tarea de hormiguitas, paciencia y astucia, agrega. Es algo que puede tomar meses, aunque el tiempo depende de la rapidez con la que trabajen los detenidos, afirma.

Es el relato de Jacinto, como prefirió llamarse el detenido consultado para este reportaje. Él habla con Una Ventana a la Libertad para contar cómo eran las fugas en la Policía municipal de Maturín, el segundo centro de detención preventiva más grande de la capital del estado Monagas después de la Policía del estado y que está ubicado en la zona oeste de esta ciudad oriental de Venezuela.

Tiene tres años detenido por hurto y no resultó favorecido en la jornada que realizó la Comisión de la Revolución Judicial el 17 de julio de 2021 en Polimaturín, una jornada que califica como poco exitosa porque los presos no fueron escuchados con detenimiento y sólo un hombre obtuvo su libertad en esa institución. Desde su detención, Jacinto ha presenciado dos fugas, una de ellas de tres detenidos y la otra de seis.

La de tres detenidos ocurrió en agosto de 2019 y la otra, una semana antes de que se decretara la pandemia de coronavirus en Venezuela, en mayo de 2020; esta representa la última que ha ocurrido en la Policía local con lo que el 3 de noviembre Polimaturín cumplió 18 meses sin una fuga: la directiva detectó cómo se evadían los reclusos y tomó los correctivos. De ese caso, cinco de los presos murieron en supuestos enfrentamientos con organismos de seguridad, sólo uno fue recapturado y se encuentra en el mismo calabozo de donde se escapó.

Ambas fugas ocurrieron de la misma manera, en el mismo calabozo: los presos abrieron un hueco en la pared, salieron al patio central, brincaron el paredón y escaparon. “Antes, fugarse de Polimaturín era muy fácil porque el paredón que da hacia la avenida está cerca y no es muy alto, entonces, cualquiera se puede salir cuando logra abrir un hueco. Ahora no es posible porque todas las paredes están reforzadas”, explica. 

Preparar la fuga

Según cifras propias de Una Ventana a la Libertad, para octubre de 2021, en la Policía municipal de Maturín había 41 detenidos distribuidos entre siete celdas de cuatro calabozos. Seis de esos reclusos cumplen condena y 35 están presentados ante tribunales.

La capacidad del centro de detención preventiva es de 40 y Jacinto afirma que no hay hacinamiento, porque en el calabozo más grande, que es señalado como el número 1 y donde han ocurrido las fugas, hay 17 presos que no están aglomerados, algo que no era así cuando Jacinto ingresó. Menciona que en ese mismo calabozo había hasta 70 presos juntos, hacinados, durmiendo de pie o sentados.

El joven afirma que esas condiciones eran las que favorecían las fugas. “El preso siempre quiere su libertad rápido y más cuando convive en condiciones infrahumanas, por eso es que se fugaban aun cuando aquí el privado de libertad goza de algunas condiciones que no se ven en el Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas) o la Guardia Nacional, como salir a hacer deporte y a tomar algo de sol una o dos veces al día o que te atiendan cuando estás enfermo”, menciona.

Jacinto cuenta que antes los detenidos conseguían hojillas para romper poco a poco los barrotes, que luego suplantaban con tela. “Colocaban varias capas de hilo en el mismo sentido del barrote y ese hilo lo bordeaban con tela. Con el barrote hacían el trabajo mayor durante las noches, los presos hacían surcos y remojaban con agua la pared para que fuera más fácil abrir el hueco”, detalla. Picar la pared era el trabajo de los privados de libertad más fuertes.

Para romper las paredes, añade, los reclusos aprovechaban la hora del culto evangélico: en cada alabanza martillaban para evitar que los custodios se dieran cuenta. “Antes de que amaneciera, los presos rellenaban el espacio con jabón azul o papel mojado, luego pasaban un trapo muy mojado por una pared pintada para desteñirla y usar esa pintura para camuflar el espacio roto”, agrega.

Jacinto dice que el trabajo en las paredes era tan bueno que los custodios no lo observaban cuando hacían las requisas. En esas requisas, los utensilios de los presos eran sacados, pero no confiscados y en esas pertenencias se escondían las hojillas de afeitar, refiere.

“Aquí se respetan las pertenencias de los reclusos y lastimosamente, muchos de los presos no valoraban eso. Yo he estado detenido en otras comandancias y en ningún otro lado lo respetan tanto a uno como en Polimaturín. En las últimas dos gestiones se han humanizado los espacios al igual que el trato hacia el detenido, algo que de cierto modo ha incidido en que los compañeros no se fuguen”, afirma. 

La salida

La Policía municipal de Maturín está ubicada en plena avenida Bella Vista y en su parte posterior hay una zona residencial. El detenido consultado por Una Ventana a la Libertad explica que el calabozo donde ocurrían las fugas está a unos 80 metros del paredón, “cualquiera podía brincar con el impulso de la carrera, luego caían hacia una estructura que está al lado y de allí iban a la calle”, refiere.

La salida de la celda era a la medianoche y no todos los presos salían al mismo tiempo. Cuando estaban del lado fuera, cada quien tomaba su rumbo, no todos permanecían juntos. Al día siguiente, los custodios eran detenidos y la directiva de la policía municipal giraba instrucciones para emprender la búsqueda en las comunidades cercanas y en el resto de Maturín, específicamente en las zonas rurales de Maturín.

Víctor Figuera vive en Antonio José de Sucre, una de las comunidades que están ubicadas en los alrededores de la policía municipal. “Algunos presos saltaban los techos de las casas hasta que lograban salir de la comunidad. No duraban mucho tiempo por las calles cercanas a la policía porque sabían que era el primer lugar donde iban a buscarlos”, mencionó Figuera, quien no recuerda incidentes negativos en la comunidad asociados a la fuga de los reclusos.     

Lo que sí resalta es que antes la gente vivía con angustia porque las fugas eran constantes, pero que ahora hay más tranquilidad porque conocieron que en Polimaturín evitan que haya congestionamiento en las celdas y que los presos pueden salir a tomar el sol o a jugar fútbol en el patio. 

Recuerda que cuando ocurría una evasión, los operativos no cesaban hasta que encontraran a los evadidos. Los policías usaban sus motos y sus autos para recorrer los sectores en vista de la falta de patrullas. Iban con sus chalecos antibalas, que según comenta Figuera se veían viejos.

Acuerdo

Funcionarios policiales consultados para este reportaje explicaron que el encargado de los calabozos en la Policía municipal de Maturín respeta los derechos humanos de los reclusos y que para evitar las fugas, les permite las visitas los fines de semana y no toca las pertenencias de los detenidos.

“Se hizo una especie de acuerdo con los reclusos y es que si llegan a ocurrir fugas, todos serán castigados por igual, se suspenden las visitas y se reduce la cantidad de veces que pueden salir a tomar el sol. Son concesiones que han hecho los directores para evitar las fugas y porque son pocos los custodios que quedan”, explica un policía que conoce del tema, pero que no se identifica por no estar autorizado para declarar.

Sin precisar cifras, el uniformado indica que muchos de sus compañeros se han marchado por el bajo salario, que no llega a 50 bolívares mensuales. Algunos han emigrado a Brasil, Colombia, Perú o Ecuador, donde trabajan como escoltas o como personal de seguridad.  

“En Polimaturín nadie quiere que le suspendan un beneficio, porque aquí si un preso se siente mal, se le saca para que tome aire y si sigue mal, se le lleva por atención médica antes de que llegue la orden del traslado. Si un preso necesita ir al baño y el del calabozo está ocupado, el guarda preso también le presta la colaboración. Entonces, como nadie quiere perder esos beneficios, por eso es que tampoco han ocurrido más fugas”, refiere Jacinto.

Aunque los resultados de la Comisión Judicial no fueron los esperados por los detenidos, Jacinto no cree que vuelvan a ocurrir fugas como método para obtener la libertad, porque, además, el refuerzo de las paredes del calabozo se los impedirá.

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