San Cristóbal.- Desde noviembre del año pasado, las condiciones generales de los privados de libertad del Cuartel de Prisiones de la Policía Estadal del Táchira –Politáchira- el centro de detención preventiva más grande de la entidad, ha venido experimentando cambios favorables para los detenidos, en razón que desde hace siete meses la institución policial se encuentra intervenida luego de múltiples denuncias por presunta corrupción, abuso de poder, así como maltrato físico y psicológico a los internos.
Un motín con rehenes que en 2016 se extendió por más de un mes, y que además trajo como consecuencia la muerte de dos privados de libertad, cuyos cadáveres siguen desaparecidos, puesto que presuntamente fueron comidos por la población penal, marcaron cambios importantes que de alguna marera fueron en detrimento de los derechos humanos de los privados, como lo constituye el hecho de que ya no cuentan con el privilegio de acceder a los tres teléfonos públicos -1 por cada planta- a los que tenían derecho para comunicarse con sus familiares, con base en un cronograma que elaboraban.
Éstos fueron destrozados y quemados durante el motín.
Si bien el actual director de Politáchira, general José Noguera Silva, designado como tal por la junta interventora, llegó con una aparente visión y misión más humanizada para con los privados de libertad, algunas secuelas de aquel sangriento motín no han sido superadas del todo, puesto que casi dos años después, esta vía de comunicación con el exterior, es completamente nula.
La presencia y comunicación entre padres e hijos, es un vínculo que no debe romperse
“Para nadie es un secreto que la presencia y la constante comunicación entre padres e hijos es primordial para el correcto y sano desarrollo mental de estos últimos. Los hijos que por una u otra razón no las tienen, crecen con vacíos emocionales que a la postre podrían degenerar en ellos, comportamientos reñidos con los parámetros de la sociedad. El vínculo padre-hijos no se puede perder, si lo que se quiere es un ciudadano productivo y sano para la sociedad”. observó el criminólogo José Alberto Berro, al ser consultado sobre el tema.
Considera el experto en criminología que, si además de estar ausentes estos dos factores (presencia y comunicación) en la vida de un niño o adolescente, no existe el contacto vía telefónica o alguna otra forma de comunicación audiovisual, es desastroso para la construcción de un vínculo paterno-filiar, con las mismas consecuencias arriba señaladas.
Al conversar sobre este aspecto con el nuevo subdirector de Politáchira, comisionado jefe Dixon Grimaldo, expuso que en aras de borrar situaciones negativas como las del motín y las que llevaron a que Politáchira fuera intervenida, se está buscando mantener y hacer prevalecer los derechos de los privados de libertad, en todos los sentidos.
El hacinamiento que tanto se denunció públicamente desde mucho antes del motín, parece haber descendido considerablemente. Actualmente el número de privados de libertad no supera los 200 en espacios acondicionados para 250. En la celda para las femeninas, solo están recluidas 4, y por su condición de mujer, cuentan con los servicios básicos.
Según la norma interna de Politáchira, la visita para los hombres privados de libertad, es cada 15 días.
Sólo se les permite hacerla a mayores de edad, a través de 7 locutorios instalados en una fría y oscura área de la primera planta. La presencia y entrada de menores de edad a estos sitios, están terminantemente prohibidas.
Con las mujeres privadas de libertad hay más condescendencia, y todas pueden recibir visita cada 15 días, porque son menor en número.
Sin embargo, el Supervisor Jefe Francisco Peña, uno de los encargados del área de calabozos, confesó que algunas veces son aún más flexibles en casos muy especiales o con internos que presentan buen comportamiento.
Contó que si se trata de un privado de libertad que padece alguna enfermedad terminal, como un “favor” hacen concesiones para que sus hijos, sobre todo niños o adolescentes puedan visitarlo un poco más seguido y lo hacen en un espacio diferente, como por ejemplo una oficina, pero solo por algunos minutos y con previa autorización del Director de Prisiones.
Recordó que esto lo hicieron una oportunidad reciente con un preso cuya hija de 6 años padece de cáncer en estado avanzado.
Adicionalmente, hace unos pocos meses hicieron un encuentro padres-hijos, una actividad en la que ningún organismo ajeno a la institución interfiere; basta con que un grupo de privados de libertad soliciten ante el Director de Prisiones que les permita realizarla, y previo estudio de la situación y análisis de cada uno de los solicitantes, de ser positiva la respuesta, la llevan a cabo.
Con estricta custodia policial habilitan un área de la instalación, generalmente la cancha deportiva, y entre globos, algunas golosinas, y si la economía de los mismos privados lo permite, inflables para los niños, los privados de libertad son sacados de las celdas en grupos de 5 o 6, para que por espacio de 20 o 30 minutos, puedan departir con sus hijos y familiares más cercanos; algo similar a lo que celebran durante el Día el Niño, actividad de la que sí tiene conocimiento y presencia representantes del Consejo de Protección del Niño, Niña y del Adolescente, que fiscaliza que el ambiente sea el adecuado para el niño y/o adolescente.
“Ese compartir con sus hijos, ese contacto físico, es mucho lo que apacigua la conducta de los detenidas” acotó Peña.
“No quiero servirles de ejemplo”
Alexander Acosta, es un privado de libertad de 29 años y nacionalidad colombiana, que pronto cumplirá 2 años recluido en el Cuartel de Prisiones.
Actualmente está siendo procesado judicialmente por el delito de distribución de droga, y es uno de los pocos presos que por su buen comportamiento, está catalogado como de “confianza” y funge como Ordenanza, presto a colaborar con cualquier labor que se le requiera en la instalación policial.
Al contrario del resto de la población interna, Acosta se desplaza con pocas limitantes por distintas áreas. Tiene dos hijos. Una niña de 2 y un varón que cumplió 7 años. Su pareja y los dos infantes viven en Sabaneta, vía al llano, a unos 15 minutos de San Cristóbal.
“Gracias a Dios sí tengo comunicación con ellos. Por ahí, cada 15 días nos regalan una visitica. Pero siento que he perdido mucho desde que estoy aquí, que ellos también se han perdido de mi presencia. Imagínese, a la niña la dejé de tres mesecitos y ya me cumplió dos años y no he podido compartir con ninguno como quisiera”.
Afirma que sus hijos sí lo identifican y reconocen como padre. “Pero eso es ahorita, porque me los han dejado ver, pero antes no. Yo vine a ver a mi hija después de año y pico, o sea desde hace poco es que me pude reencontrarme con ellos, gracias a mi Dios y gracias a los jefes que me han dado la oportunidad”.
Dice que se emociona cada vez que ve a sus hijos, pero teme que en el futuro pudiera ser un mal ejemplo para ellos.
“Verlos es lo mejor que me puede pasar. Y ellos sienten lo mismo. Desde que `caí´ el niño ha estado consiente que estaba preso, pero la niña pues imagino que piensa que aquí es donde trabajo, o no sé. Yo al mayor lo aconsejo mucho, le digo que se porte bien, que estudie, que cuide a su hermanita y a su mamá, porque están solos con ella en la casa. De lo que hice…además de que me arrepiento, temo que en un futuro yo pudiera ser un mal ejemplo para ellos, por eso con el varoncito hablo mucho. Le digo que agarre un mejor futuro y que no coja a meterse en problemas para que no termine como yo, en la cárcel. Me he perdido de tantas cosas con ellos, cumpleaños, Navidad, en fin, es doloroso. Yo les digo a los otros compañeros que están presos aquí, que se porten bien, para que también tengan este beneficio que yo tengo”.
“Mis hijos me visitan, pero no saben que estoy presa”
Hace cinco años Jhenny Mendoza, fue condenada a 12 años de prisión por el delito de secuestro, y es una de las cuatro mujeres recluidas en el calabozo femenino de Politáchira. Tiene dos niños, de 7 y 10 años.
Aunque suene inverosímil, Jhenny, de 29 años, se las ha sabido ingeniar para que sus hijos no sepan que está pagando una condena por haber perpetrado un delito. Era funcionaria de Politáchira cuando se vio envuelta en ese hecho; de allí, la cierta ventaja que tiene sobre otras presas, porque en complicidad con quienes fueron sus compañeras de armas, por todo este tiempo han mantenido engañados a los niños.
“Cuando me visitan, no es aquí (dice, tomando los barrotes de la celda), mis excompañeras policías acondicionan una oficina para que nos podamos reunir. El niño más grande me pregunta porqué ya no uso el uniforme, y yo le respondo que sigo trabajando como policía, pero que ahora me trasfirieron al área de cocina. Siempre le invento algo, y hasta donde se, no sospecha la verdad.
Le preocupa que sus hijos hayan crecido sin su calor y amor de madre –solloza-. Dice que lamenta no estar más cerca, verlos crecer, pero que aspira a que nunca se enteren de lo que está pasando. Teme que la cuestionen.
“Cuando estamos juntos yo lo que quiero es disfrutar con ellos, de su presencia, de su inocencia, y que ellos sientan que los amo. Lo único que quiero es que cuando se vayan se lleven con ellos la sensación de que pasaron un rato divertido con `mami`. Solo eso importa, además quiero compartir al máximo con ellos, sobre todo con el grande, porque en unos meses, unos familiares se lo llevarán a vivir a Colombia”.
Espera que le disminuyan la condena y que al quedar en libertad, poder llevarse su hijo pequeño para reunirse con el mayor en el extranjero, y comenzar una nueva vida.
Otra de las internas que comparte la celda con Jhenny, y que prefirió no dar ninguna declaración, vive ahí con su pequeña hija de 2 años de edad. El embarazo de la dama, estando detenida, causó un escándalo en Politáchira, toda vez que el padre es un funcionario de esa institución policial, el cual aún está activo.
En virtud de que la niña nació en esas condiciones, mediante tribunales se llegó a un acuerdo para que la madre la tenga consigo hasta que cumpla los 5 años de edad o ella recupere la libertad antes.
Grimaldo y Peña coincidieron en que no existe organización alguna en Táchira que le brinde apoyo, de ninguna naturaleza, a los hijos de los presos.
Equipo UVL
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