PRESOS DESCRIBEN A LOS DEFENSORES DE DERECHOS COMO UN PUENTE PARA NO QUEDAR EN EL OLVIDO

Jessika Ferrer

Por delitos comunes o por sus ideologías los encerraron en unos calabozos. Para no desaparecer de la memoria de sus comunidades confían en que los defensores de derechos humanos mantengan a la luz sus casos y las condiciones en las que viven. Todos, a su manera, temen quedar en el olvido. Luis, Olga, Mónica, María Gabriela y Alonso coinciden en esa percepción.

Disfruta de una libertad condicional. Luis, de quien omitiremos dar más detalles por su condición jurídica, asegura que aún estaría en prisión de no haber contado con el apoyo de una Organización No Gubernamental, dedicada a la defensa de los derechos.  Lo detuvieron durante las manifestaciones de 2019.

“La incertidumbre de esas horas fue horrible. Salí a marchar no a terminar preso en un comando ni mucho menos a que me golpearan”, detalla el joven. “La presencia del abogado en ese momento fue clave, el apoyo en esas circunstancias agilizó el proceso y horas después quedé libre”.

Luis lamenta no contar con una libertad plena. El proceso judicial se estancó. Acude periódicamente a cumplir con su régimen de presentación. Aún los abogados luchan contra el retardo procesal y el diferimiento de las audiencias para definir pronto su situación.

Por la vida

Silencio, silencio. Hay que esperar el momento indicado. Mónica junto a dos compañeras de celda quieren hacer pública su condición en el Centro de Arresto y Detenciones Preventivas San Carlos del Zulia. “Queremos agradecerles, por darnos la oportunidad de decirle a todos que aún estamos vivas”. Las tres privadas de libertad son oriundas de Yaracuy, Portuguesa y Barquisimeto y tienen meses sin saber de sus familias ni recibir visita.

Mónica toma la palabra. Se siente agradecida. “Aquí a dentro nos morimos y tardarán días en enterarse”: Asegura que las condiciones críticas del penal ponen en riesgo su salud y parece no interesarle a nadie. Ve en una Ventana a la Libertad un medio para no quedar en el olvido y el sufrimiento.

“Es necesario decirles a todos que no nos negamos a cumplir nuestras penas por nuestros delitos. Pero les recordamos que también somos seres humanos y no merecemos vivir en condiciones tan indignantes”.

Todas quieren hablar. Aseguraron que buscaron por meses a alguien que hiciera pública la condición de insalubridad del penal, que todos están expuestos a morir por tuberculosis y de hambre. No estaban seguras si obtendrían respuestas, si habría cambio. “Pero se dijo, salió a la luz lo que aquí pasa y lo que nos hacen. Ese es el primer paso en la lucha, salimos del anonimato”, repite con seguridad en un acento distinto al zuliano.

Sin testigos

A Olga se le nota preocupada. Tras cavilar unos instantes se atreve a rememorar aquellos años donde la presencia de medios de comunicación o algún abogado contenían la acción policial en el Centro de Arresto y Detenciones Preventivas de Cabimas, en la Costa Oriental del Lago.

“El domingo no hubo nadie que los contuviera o les inspirara un mínimo de temor. Llevaban una semana haciendo lo que querían”, declaraba sobre lo que pudo ver desde el techo del penal durante la manifestación del 17 de noviembre de 2019, cuando los tres pabellones y el anexo femenino subieron al techo del retén para exigir que reanudaran la visita y el ingreso de agua y alimentos.

“Somos gente y los defensores deben venirse, apoyarnos. Las fiscales, el defensor de Pueblo. Son apoyo, pero como estamos aquí encerrados ni nos paran. No nos querían dejar pasar comida ni agua. Una semana en eso. Decime vos, quién no se alza”.

Estancamiento

Alonso tiene nueve años en prisión. Jura que en su condición ha podido ver todo, bueno y malo que puede darse en el retén. Reconoce de las carencias de sus compañeros de celdas, pero aprendió que nada cambia si no hay voluntad en el sistema.

“Aquí nos daña la corrupción. Los defensores de derechos organizan jornadas, porque si no lo sabe estamos cundidos de tuberculosos; pero en el camino se pierde la medicina y seguimos igual nuevos enfermos y más muertos”.

El privado de libertad asegura que quienes defienden los derechos humanos ayudan. “Son necesarios, si no la cosa fuera peor. De eso estoy claro”.

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