Nadeska Noriega Ávila, UVL/ Vargas
El problema más grave de salud que se reporta en los Centros de Detención Preventiva del estado Vargas, ubicado en la zona central de Venezuela, es sin duda alguna el nivel de bajo peso y desnutrición que alcanzan los privados de libertad.
De acuerdo a cifras correspondientes al monitoreo realizado por la Organización No Gubernamental Una Ventana a la Libertad (UVL) en diciembre del año 2020, en ocho Centros de Detención Preventiva (CDP) de la entidad costera, de 536 privados de libertad contabilizados, un promedio de 211, presentaban diversos niveles y signos de desnutrición, lo que equivale a un 39,3% de la población recluida en estas celdas.
Tres aspectos resaltan en esta realidad: El primero es el hecho que los órganos policiales y militares que tienen bajo su control los CDP no dan garantía de alimentos a los privados de libertad, lo que aumenta los cuadros de desnutrición. En segundo lugar, el papel fundamental que juega el aporte familiar y de terceros para enfrentar la desnutrición. Y, en tercer lugar, que no existen políticas únicas en los CDP de Vargas en cuanto al suministro de alimentos y la entrega de comida por parte de familiares de los privados de libertad.
“Los detenidos van bajando de peso y perdiendo la masa muscular por las fallas propias del sistema de detención preventiva. En teoría, estos son espacios en los cuales no deberían estar más de 45 días, pero llegan a pasar más de un año, en el mejor de los casos. Los comandos policiales en Vargas no fueron estructurados como retenes o centros de detención y la mayoría de los cuerpos que custodian estos centros, sean civiles o militares, no presupuesta partidas para garantizar la comida a estos detenidos. Cada retén se organiza como puede y delegan a la familia el suministro de alimento, lo que es una falla grave del Estado. Y más grave, cuando caes en cuenta, que la desnutrición es desencadenante de múltiples patologías y que agrava las enfermedades que ya muchos de los detenidos padecen”, refiere el abogado penalista, Álvaro Hernández, quien presta apoyo a familias de privados de libertad en el litoral central.
Lo dicho por Hernández es confirmado al visitar los CDP en el estado Vargas, para conversar con los familiares y los responsables de cada uno de estos sitios de reclusión, pues cada centro presenta realidades diversas, que hacen que tanto familiares, como detenidos, deban enfrentar la situación de manera diferente.
Una comida al día es el mejor escenario
“El mayor problema que tenemos es el de la alimentación. En el caso de la Policía de La Guaira, que tiene bajo su custodia el Retén de Macuto y el centro de detención de mujeres y adolescentes en el Retén de Caraballeda, nosotros le garantizamos una comida al día a cada uno de los privados de libertad. Estamos hablando de un promedio de 230 comidas diarias, lo que conlleva un presupuesto considerable. Sin embargo, esa no es la única comida que hacen en el día, pues por lo menos la mitad de los privados de libertad recibe comida de sus familiares. Vienen a la hora de visita o la entregan en la garita para que se las entreguen a sus familiares. En el caso de Macuto, muchos de los que reciben comida comparten con los que no reciben nada. Hay una organización, porque es la manera de garantizarse una estadía menos traumática en las celdas”, explica la Comisionada Leadnemy Marcano, jefe de Dirección de Inteligencia y Estrategias Preventivas (DIEP) de la Policía de La Guaira.
Esta cotidianidad del Retén de Macuto no se replica de manera idéntica en otros Centros de Detención Preventiva.
Por ejemplo, en el CDP de la Policía Municipal de Vargas se garantiza a los privados de libertad dos comidas. También se han llegado a acuerdos con los familiares y se recibe comida no perecedera, que es posteriormente preparada en la cocina que atiende a los funcionarios policiales. Esta fue una iniciativa que surgió durante el periodo de cuarentena radical y que se ha mantenido.
“A uno le dicen que estamos reyes, porque como aquí hay menos presos, pues uno acuerda con la gente de la municipal y se hace más llevadero, para familiares y para los detenidos, mientras se les presenta en los tribunales”, relata Rosa García, familiar de un privado de libertad en la Policía Municipal de Vargas, donde hay una sola celda, que actualmente tiene 27 detenidos.
Mientras en otros CDP, como los ubicados en el Retén de Caraballeda y el Cicpc La Guaira, ambos bajo la responsabilidad del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), el organismo no cuenta con suministros de alimentos para los privados de libertad y la provisión de alimentos depende de los familiares.
“Aquí uno viene como y cuando puede. A uno le da dolor, porque sabe que los tuyos están pasando hambre, pero no hay efectivo, los autobuses son escasos y no hay plata para hacer el mercado que uno quisiera. Yo intento venir un día sí y otro no. Le traigo pan y agua para que se llene. Aquí el problema es que la comida se la entregan tarde, después que la manosean porque buscan droga o si le vamos a mandar otra cosa indebida. Yo sé que hay algunos que le lanzan una bombita a los policías para que la comida llegue más rápido, pero no es mi caso, yo no tengo para eso”, relata Yatzuri Monasterios, quien lleva comida a su hijo de 20 años, recluido en el CDP Retén de Caraballeda.
Monasterio asegura que, a pesar de su esfuerzo, su hijo ha perdido peso. “Parece un gancho de ropa. Él era delgado antes de caer aquí. Cada vez que se asoma por la reja a agarrar la comida yo lo veo más desmejorado. Al final uno no sabe si toda la comida le llega. Ese es otro detalle”.
Sin posibilidad de un menú especial
Aunque en las celdas de los Centros de Detención Preventiva de Vargas se reportan, para enero de 2021, 61 casos de privados de libertad con diagnósticos de enfermedades como tuberculosis, hipertensión y diabetes, ninguno recibe comida que ayude con su patología.
“La mayoría de los familiares de estos presos se las ingenian para garantizarles comida, ninguno recibe un menú especial por su condición. Quizás los medicamentos, especialmente en jornadas que organizan organizaciones de ayuda y la iglesia, pero con la alimentación no es así. Es comida más costosa, un lujo que no pueden darle al que está preso”, refiere uno de los custodios del Retén de Caraballeda que pidió no ser identificado.
“La familia es fundamental para dar sustento al privado de libertad. Hay algunos con más posibilidades y traen comida que se acerque más a la dieta que necesitan por su condición médica, pero esa es la realidad de pocos”, agrega la Comisionada Marcano, sobre los alimentos que reciben los privados de libertad con algún tipo de patología que se encuentran en el Retén de Macuto.
Foto Nadeska Noriega: Familiares acuden al Centro de Retención de Imputados y Acusados para Adultos de Macuto, para llevar alimentos a sus parientes detenidos
Dejar una contestacion